En Medellín, Colombia, y en Chapecó, Brasil, se unen aficionados y directivos para rendir tributo a las 71 personas que perdieron la vida en el trágico accidente aéreo.
Medellín.- En Medellín, Colombia, y en Chapecó, Brasil, se unen aficionados y directivos para rendir tributo a las 71 personas que perdieron la vida en el trágico accidente aéreo.
La multitud, vestida de blanco en su mayoría y con velas encendidas, guardó un minuto de silencio en memoria del “eterno chapecoense”.
Al finalizar el toque de corneta, en medio de lágrimas, los presentes rompieron el silencio y comenzaron a gritar “Vamos, vamos Chape”, que paralizó la ceremonia por algunos minutos.
“Estamos contigo Chape” o “Somos todos Chapecoense”, fueron algunas de las pancartas extendidas en una de las tribunas del Atanasio Giradot, estadio en el que el club brasileño jugaría con el Atlético Nacional el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, que sería la mayor hazaña deportiva de sus 43 años de existencia.
Los jugadores de Atlético Nacional ingresaron en el campo con un uniforme negro y llevando cada uno un manojo de flores.
Una banda militar interpretó una marcha fúnebre mientras el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y el gobernador del departamento de Antioquia, Luis Pérez, depositaban coronas de flores en el centro del campo.
AFICIÓN DEL CHAPECOENSE TAMBIÉN RINDE TRIBUTO
La afición del Chapecoense transformó la tristeza por haber perdido a la mayoría de sus futbolistas en un accidente de avión en orgullo a través de un homenaje lleno de esperanza celebrado en el estadio Arena Condá, la casa de este modesto equipo brasileño.
El acto se produjo a la misma hora a la que estaba previsto el duelo entre el Chapecoense y el Atlético Nacional, correspondiente al partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, el cual se iba a celebrar en Medellín .
“Con mucho orgullo, con mucho amor” o “este sentimiento nunca va a parar” fueron algunos de los gritos entonados en comunión que unieron a una afición todavía en estado de shock por el trágico suceso, pero que sacó fuerzas para llenar por completo el estadio, con capacidad para unas 19 mil personas.
Las escenas de desconsuelo de los primeros días se transformaron en una celebración orquestada por las barras, como si de la previa de una gran final se tratara, donde no faltó el gran despliegue del escudo del “Huracán del Oeste”, apodo que recibe el equipo, en uno de los costados del estadio.
No pararon de cantar ni un instante, salvo cuando la organización del club emitió unos videos cuya banda sonora era el tema “Knockin’ on Heaven’s Door”, en un estadio que en esos momentos se quedó a oscuras, solo iluminado por las pantallas de los teléfonos de los allí presentes.
Algunos aficionados encendieron bengalas mientras se dejaban la garganta al ritmo de los himnos del “Chape”, cánticos que se mezclaron con aplausos improvisados cada vez que pasaba la mascota del equipo, un niño de unos siete años ataviado con un tocado de plumas indígenas.
En el círculo central del terreno de juego se colocaron un altar y unas decenas de sillas reservadas para amigos y familiares de las víctimas, donde se celebró una misa en recuerdo de los futbolistas.
Hasta el sacerdote se animó a azuzar a las gradas al cantar uno de los gritos de guerra del “Chape”.
EFE