El nuevo capítulo que se escribe a partir de hoy en la vida política de Oaxaca, sin duda, tiene el ingrediente especial y hasta paradójico de significar la segunda alternancia en una entidad caracterizada por un sistema político que por años mantuvo anquilosado el desarrollo democrático y que resistió la hegemonía de un partido hasta antes de 2010.
Con la llegada del Partido Acción Nacional a la presidencia de la república, mucho se analizó y escribió respecto a que si la alternancia política traería por añadidura la consolidación democrática en nuestro país. Ya mucho se ha escrito también sobre la independencia de estas variables, concluyendo que el cambio de partido en el gobierno no precisamente significa el desmantelamiento de un régimen.
Es decir, al final del día las viejas prácticas de un sistema anti democrático pueden continuar y no solo preservarse a nivel del entramado institucional y jurídico, sino sobre todo en los valores y conductas que la ciudadanía percibe como práctica común, llamémosle, corrupción, tráfico de influencias, en general una cultura de la ilegalidad que permea en todos los niveles.
Si bien es cierto, tal como sucedió a nivel nacional, en el caso de Oaxaca, el alto nivel de expectativas que produjo el cambio de partido en el gobierno, llevó a un desencanto y hasta percepción de rotundo fracaso, también lo es que existen bases mínimas que pudieron haber marcado la diferencia en la manera de hacer gobierno.
Es claramente visible que el gobierno emanado de una coalición electoral, no supo diferenciar el momento en que se convirtieron en gobierno, ya que continuaron privilegiando los intereses de grupo y de partido, por encima de una agenda común de gobierno de coalición que abanderara sí diversas causas y colores pero aterrizadas en una sola plataforma.
Desde esta perspectiva, sin hacer un análisis valorativo de las expectativas generadas en la ciudadanía oaxaqueña, podemos atribuir desde dos dimensiones el fracaso percibido en el sexenio encabezado por Gabino Cué Monteagudo.
En primer término la falta acuerdos y visión de estado de quienes integraron el equipo del gobierno de alternancia, es decir, la falta de voluntad política; y en segundo término la permanencia de estas prácticas clientelares que al final del sexenio mostraron el fracaso con la lucha encarnada de las diferentes organizaciones sociales y sindicales en Oaxaca que peleaban por mantener sus privilegios políticos y económicos.
Lo anterior, solo derivó en un nuevo reacomodo de fuerzas políticas que llevó a que en las elecciones del pasado cinco de junio, la ciudadanía nuevamente apostara por el partido político al que a través del voto, en julio de 2010, quitara los más de 80 años que de manera ininterrumpida le había permitido mantener el control político en la entidad.
Es quizá esta la apuesta de quienes decidieron dar paso una vez más a la alternancia en el gobierno, tener la seguridad que en efecto alguien lleva el control y la batuta, es decir, hoy muchos ciudadanos y ciudadanas apuestan a que el timón de este barco sin rumbo pueda ser retomado por quienes bien o mal lo habían sabido conducir durante muchos años.
Finalmente es de celebrar que este cambio de gobierno se llevará gracias a los cauces institucionales y que será bajo el esquema democrático que se suscite un relevo de poderes con otro partido distinto al que se va, de eso se trata precisamente la democracia, de hacer valer la voluntad ciudadana para dar paso a la movilidad social y política, de lo contrario estaríamos nuevamente en un escenario autoritario sin posibilidad de cambio.
Pero tampoco hay que perder de vista que la construcción de la democracia no solo depende de la renovación unipersonal o del conjunto de entes que conforman el poder ejecutivo. Es importante señalar que nos encontramos en un escenario en el que el avance institucional y legal, permitirá la generación de pesos y contra pesos, pero sobre todo dará paso a un Estado de Derecho.
Visualicemos entonces que existe una legislatura medianamente equilibrada en fuerzas políticas, veamos también que en la renovación de autoridades municipales de aquellos ayuntamientos que se rigen por el sistema de partidos políticos, encontraremos una distribución de colores que también contribuyen a enriquecer la pluralidad política.
Pero tampoco perdamos de vista que serán la totalidad de municipios, la conformación de los tres poderes del estado, la voluntad política del nuevo gobierno, pero sobre todo la voluntad que ciudadanas y ciudadanos empeñemos para la renovación de este viejo esquema de actitudes y valores que ponemos en práctica todos los días, respecto a todo tipo de temas sea de interés público o no, lo que nos llevará a una verdadero cambio por el bien de todas y todos, por el bien de Oaxaca.