Demócratas aún culpan a los rusos por haber perdido en los comicios
Nueva York.- El Colegio Electoral eligió este lunes a Donald Trump como presidente al fracasar el intento de provocar una rebelión para evitar su coronación ante la cada vez mayor sospecha de que el Kremlin intervino en el proceso electoral para llevar al magnate a su triunfo. Por otro lado, como era obvio, hoy uno de los diccionarios más reconocidos de Estados Unidos anunció que la palabra del año es: surreal.
Trump obtuvo oficialmente la presidencia de Estados Unidos al obtener la mayoría de votos de los 538 integrantes del Colegio Electoral. Los electores acudieron a las capitales de cada uno de los 50 estados y en Washington para emitir sus votos, en lo que siempre ha sido una formalidad, pero que este año captó la atención nacional.
En un esfuerzo inédito por tratar de obstaculizar la llegada del presidente electo a la Casa Blanca, integrantes republicanos del Colegio Electoral fueron apremiados a votar por otro político republicano con el objetivo de convencer a los suficientes para evitar que acumulara los 270 o más que necesitaba para coronarse. A través de correos electrónicos, llamadas, videos y súplicas públicas, se argumentó que Trump no tenía las cualidades para ocupar el puesto máximo de la república, que había perdido por un margen de casi 3 millones el voto popular, que sus propuestas son peligrosas para la nación y, más aún, que se debe determinar si Rusia intervino a su favor en el proceso electoral.
Este lunes, en varios de los capitolios estatales, donde acudieron los electores para depositar sus votos, hubo manifestaciones, algunas muy agitadas, para exigir que los electores votaran en conciencia y salvaran al país de la amenaza que representa Trump.
Pero al final, sólo unos cuantos rompieron filas (se necesitaba que 37 republicanos decidieran no votar por Trump para evitar que lograra la mayoría), y con ello el último paso formal para alcanzar la Casa Blanca fue concluido con el triunfo del magnate.
Tal vez la escena más notable fue la de Bill Clinton, uno de los electores en el estado de Nueva York, quien depositó su voto para su esposa en lo que obviamente pensó que sería parte de una celebración familiar. En breves comentarios, consideró: al final, tuvimos a los rusos, y el asunto de la FBI, y ella no podía prevalecer contra eso. Pero hizo todo lo demás y aun así ganó con más de 2.8 millones de votos (en referencia al voto popular).
La falta de autocrítica por el liderazgo demócrata, desde Hillary Clinton y su esposo, hasta el presidente de su campaña, John Podesta, y los líderes demócratas del Congreso, entre otros, es sustituida con acusaciones de que la causa de uno de los peores fracasos políticos en este país fue la intervención de los rusos en el proceso electoral, junto con la investigación y manejo público de la FBI. Según estos argumentos, los rusos lograron socavar el sistema democrático estadunidense y colocar a su candidato, Trump, en la Casa Blanca. Ello, a pesar de que aún no se ha presentado ninguna prueba más que las declaraciones de que la CIA y otras agencias de inteligencia del país han concluido que el Kremlin estaba detrás de esta operación clandestina.
Ariel Dorfman, en un artículo publicado en el New York Times hace un par de días, titulado Ahora, Estados Unidos, ustedes saben cómo se sintieron los chilenos, recuerda la intervención de Washington y en particular la CIA contra el gobierno de Salvador Allende, que culminó con un golpe de Estado y la instalación de una dictadura que duró 17 años, años de tortura, ejecuciones, desaparecidos y exilio.
“Sí, es irónico que la CIA –la misma agencia a la cual le valía nada la independencia de otras naciones– ahora esté gritando foul porque sus tácticas han sido imitadas por un poderoso rival internacional”, agregó. Pero indicó que no goza de esta ironía, ya que si resulta cierto lo de la intromisión extranjera, ningún pueblo debe sufrir lo que nosotros los que votamos en Chile tuvimos que aguantar. Nada justifica que ciudadanos en cualquier lugar deban tener su destino manipulado por fuerzas fuera de la tierra que habitan. Pero para superar el daño potencial al proceso democrático de tal intervención, sugiere Dorfman, Estados Unidos “no puede, en buena fe, denunciar lo que se les ha hecho a sus ciudadanos decentes hasta que esté listo para enfrentar lo que hizo tan frecuentemente a los igualmente decentes ciudadanos de otras naciones… Si hay un momento para que Estados Unidos se vea al espejo, para reconocer y rendir cuentas, ese momento es ahora”.
Por ahora, los Clinton y sus aliados no desean verse en ningún espejo, y más bien han abandonado el terreno de lucha, por lo menos en público. Pero otros que sufren las consecuencias de la derrota sí se atreven a hacerlo, al continuar un profundo debate sobre qué sucedió, cómo enfrentar lo que viene y, sobre todo, cómo no permitir que el fenómeno Trump sea normalizado.
Algunos recuerdan que Trump no ganó el voto de la mayoría y no representa al pueblo estadunidense. Según algunos cálculos, Trump conquistó la presidencia con el voto de sólo 23 por ciento del universo total de empadronados (aunque aún no hay cifras finales, los cálculos preliminares indican que 55 por ciento del electorado total participó en esta elección y Trump ganó 46 por ciento del total de esos 128 millones que acudieron a las casillas).
Más aún, sólo 41 por ciento de los votantes lo perciben favorablemente hoy día, contra 48 por ciento que no, y sólo 45 por ciento expresan optimismo en él como presidente (21 puntos por debajo de Obama en enero de 2009, y 14 por debajo de Bush en 2000, cuando ambos estaban por ingresar a la Casa Blanca), según la encuesta más reciente de NBC News/Wall Street Journal.
Pero la sensación que impera por ahora es la de incredulidad de que esto esté sucediendo. Este lunes, el Diccionario Merriam-Webster anunció que su palabra del año para 2016 es surreal. La define como marcado por la intensa realidad irracional de un sueño.
La Jornada