“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”, explica el evangelio de Mateo. Todo el mundo tiene una idea de lo que son el oro y el incienso pero, ¿qué pasa con la mirra, el tercer regalo que los Reyes Magos llevaron al niño Jesús?
Se trata de una resina aromática que exuda la Commiphora myrrha, un árbol que de forma natural crece al noreste de África, en Arabia y Turquía. De sabor muy amargo, la mirra fue un bien muy preciado en la antigüedad, ya que se empleaba para elaborar perfumes y ungüentos. Esta sustancia también tiene numerosas propiedades medicinales y se usaba para tratar la ronquera, la disentería y como antiparasitaria. Además, Dioscórides también menciona en su tratado “De Materia Médica” las propiedades abortivas de la mirra. De forma frecuente esta resina era utilizada también como ungüento para embalsamar a los muertos.
Aunque no se sabe con exactitud el significado de este regalo, algunas hipótesis apuntan a que su sabor anunciaba proféticamente momentos muy amargos en la vida del Mesías.
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