Ciudad de México.-De asombrosa, tierna y espectacular calificaron algunos de los visitantes la exposición El color de los dioses: policromía en la antigüedad clásica y mesoamericana, que concluyó el domingo luego de casi cuatro meses de exhibición en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
De acuerdo con cifras oficiales, la muestra había convocado hasta el miércoles pasado, a cuatro días de concluir, a unas 125 mil personas. Para el sábado habían acudido unas 131 mil personas. Y al cierre de la misma, el domingo a las 20 horas, el registro oficial fue de 138 mil 972 visitantes en total.
El propósito de El color de los dioses fue revivir la experiencia de la pigmentación original en diversas piezas escultóricas de la antigüedad griega, romana y mesoamericana, tal como las vieron sus creadores.
Dicha idea nació de la investigación sobre el color realizada en Alemania en los años 80 del siglo pasado, la cual encontró en México su correspondiente en las obras mesoamericanas, pues existe evidencia de que fueron pintadas en el momento de su creación.
La exhibición fue organizada por la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes, por medio del Museo del Palacio de Bellas Artes, en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Museo Nacional de Antropología. En su último día, el domingo, algunos de los visitantes compartieron sus apreciaciones.
Al señor Emilio, de 68 años, le pareció “asombrosa. Cada vez que vengo al Museo de Bellas Artes aprendo más. Me gustaría saber náhuatl para conocer todos los símbolos y significados de las esculturas mesoamericanas. Encontrar las similitudes entre las culturas griega y prehispánica es increíble. La exposición es realmente asombrosa, porque rompe paradigmas para apreciar esas culturas. En la película Tlacuilo se describe cómo los colores hablan, son importantes como parte de un lenguaje sonoro. A mí me impactó mucho el Chac mool con sus colores”.
Diana, de 31 años, consideró: Me gustó; me pareció muy interesante imaginar cómo pudo haber sido una escultura con sus colores originales, porque a fin de cuentas hoy no tenemos esa idea
.
Marina, de 54 años, opinó: Me pareció bien la intención de la exposición, pero no me gustó porque siento que pusieron colores sintéticos que nada tienen que ver con los originales; parece que están pintados con pintura Comex. ¿Por qué no se esforzaron y consiguieron pigmentos originales?
A Marta, joven española de 27 años, le agradó la comparación entre unas y otras piezas, entre las esculturas griegas y mexicanas, así como la comparación entre la policromía y materiales utilizados. Me gustaron igual la recreación, ya con color, de algunas obras
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Jin Blossom, coreana-estadunidense de 51 años, aseguró que la muestra le agradó porque me gusta todo lo que tiene que ver con la tradición, el arte prehispánico y mexicano
. Aunque, dijo, faltan algunas cédulas que ofrezcan una explicación en inglés. La muestra se disfrutaría más
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Inés, de 27 años, consideró: Los tonos me parecieron un poco perturbadores, porque para mí son demasiado coloridos, pero (está) bien, me gustó imaginar cómo los vieron en esa época
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Luis y Maricruz, ambos de 21 años, juegan piedra, papel o tijera: Tú contesta. No. Tú contesta
. Finalmente, ella responde escuetamente: Sí, me gustó
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A Alan, de 26 años, le atrajo conocer el origen de los pigmentos y la parte tecnológica sobre los colores
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A mí sí me cambio la idea de que las esculturas griegas y romanas eran originalmente blancas
, reconoció María Elena, de 62 años. Hoy sé que tenían color, lo que es algo nuevo que no sabía. Siempre pensé que eran blancas
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Para David, de 65 años, creo que ha sido una de las mejores exposiciones. Es espectacular. Esta es la segunda vez que la visito. Hay mucha similitud en color y arte de las culturas griega y mesoamericana, eso es muy bello. Cuando la vi en mi primera visita, me brotaron las lágrimas. De las muchas exposiciones que he visto en Bellas Artes, ésta es la que me ha enternecido más, por el colorido y la similitud de los dioses, parece que uno viaja a lo largo del tiempo
.
La Jornada