“Han destruido gran parte de la columnata del Tetrapylon y también han causado serios daños a la fachada del teatro romano”, confirmó a EL PAIS en Damasco Maamoun Abdulkarim, director general de Antigüedades y Museos en Siria. Abdelkarim recibió la noticia 10 días atrás pero no decidió hacerlo público hasta hoy tras recibir las imágenes satelitales que confirmaron sus temores. “Estamos ante un ejército de bárbaros determinado a eliminar Palmira en su guerra cultural. Se trata de un patrimonio mundial y la comunidad internacional debe asumir su parte de responsabilidad en su protección. Cuanto más tiempo pase en manos del ISIS, menos quedará”.
Las fotos de la destrucción causada han sido tomadas por UNOSAT. “A petición de la UNESCO, analizamos el patrimonio cultural de Palmira usando imágenes por satélite y podemos confirmar la destrucción del Tetrapilón romano y daños en el Teatro”, ha asegurado en un comunicado enviado este viernes Einar Bjorgo, director de la agencia. La UNESCO ha condenado lo que considera un “nuevo golpe contra el patrimonio cultural” cometido por extremistas violentos que pretenden “privar al pueblo sirio de su pasado y de su futuro”. “Esta destrucción es un nuevo crimen de guerra y una pérdida inmensa para el pueblo sirio y la humanidad”, ha dicho la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, en un comunicado.
De nuevo, el ISIS arrasa este yacimiento romano. El pasado mes de marzo, el Ejército sirio junto con el apoyo de la aviación rusa y milicias aliadas lograban liberar Tedmur, nombre de la ciudad en árabe, tras 10 meses de reinado del califato. El PAIS pudo entonces visitar el sitio donde varias tumbas funerarias yacían destruidas al igual que el milenario Templo de Baal, del que solo permaneció el pórtico en pie, o el Arco del Triunfo, volado por los aires. Tras evaluar los daños, Abdelkarim se mostró optimista estimando que el 80% de las joyas de Palmira habían sobrevivido al paso del ISIS, y augurando una rápida rehabilitación del arco y del templo en pocos años. Hoy, el arqueólogo se consuela de haber puesto a salvo en el subsuelo de Damasco gran parte de las estatuas recuperadas, incluida la dañada del León de Al-Lat, de 1.900 años de antigüedad, así como numerosos mosaicos romanos. Pero el castillo, el museo, los templos y torres funerarias corren el riesgo de desaparecer al paso del ISIS.
Las hordas de yihadistas regresaron a Palmira el pasado mes de diciembre cuando el grueso de las tropas sirias se aglutinaron en Alepo. Los uniformados se baten de nuevo por expulsarles del desierto. “Los combates prosiguen y estamos a 100 km de la ciudad”, declara en Damasco el General Samir Suleimánn, portavoz del Ejército sirio. Este asegura que la última ofensiva terrorista tuvo éxito gracias a los refuerzos de al menos 4.000 yihadistas llegados de Mosul. La recuperación de Palmira ha levantado serias dudas entre los soldados regulares sirios que se preguntan cómo las diferentes aviaciones que sobrevuelan el cielo sirio no fueron capaces de detectar un convoy con docenas de vehículos atravesando una geografía desértica y llana. En su avance, el ISIS se ha hecho también con varios pozos petrolíferos y yacimientos de gas en pleno desierto, estratégicos para el abastecimiento del país.
“No solo están destrozando nuestro país, sino que quieren borrar nuestra historia. Solo nos queda nuestra ejército para defender un patrimonio compartido con el resto del mundo”, se lamenta en la capital siria Munir F., banquero oriundo de Alepo. Sobre la factura cultural firmada por el autoproclamado califato, se impone la humana. Más de 500 personas fueron masacradas cuando el ISIS entró por primera vez en Palmira. Entre ellos el arqueólogo Jaled Asaad, de 82 años, y director durante medio siglo de la ciudad histórica. Asaad fue decapitado en la plaza central de la ciudad y sus espejuelos colocados sobre su cabeza. A su retorno, los yihadistas han matado a otras doce personas. Cuatro civiles, funcionarios y profesores, fueron decapitados y otros otros ocho uniformados, soldados y combatiente rebeldes, ejecutados, según informó esta semana el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, sito en Londres.
La ciudad, que albergaba 100.000 habitantes (50.000 de ellos desplazados de otras zonas) en 2015, está hoy tan desértica como las tierras que la rodean. Tan solo un puñado de vecinos se aventuraron a regresar a la ciudad, situada a pocos metros de las ruinas, para recaer de nuevo bajo el reino del ISIS. Entre las callejas zapadores rusos levantaban columnas de humo explosionando las minas plantas por los yihadistas en su huida. Cuando el ISIS regresó a Palmira el pasado mes, la gran mayoría de sus gentes seguían desplazadas en la vecina ciudad de Homs.
El Paìs