Estados Unidos.-Un país en el que se le otorga tal carácter sacro a los negocios que han convertido a un gran vendedor en presidente- un comerciante como Clarence Saunders puede ocupar un lugar en los libros de historia.
Su mérito es haber inventado el primer supermercado, hecho que se puede demostrar incluso con una patente. Llamado Piggly Wiggly, el autoservicio abrió sus puertas en un local de la calle Jefferson en Menphis en 1916, y no se diferenciaba demasiado de los supermercados actuales: había tornos de entrada, una caja central y cestas para los clientes. La idea tuvo un éxito inmediato y se establecieron cientos de franquicias en varios estados. Obviamente las motivaciones de Saunders para innovar en sus negocios fueron siempre las mismas: vender más en menos tiempo con poco personal. Pero esa forma de pensar monotemática no es motivo para no reconocerle que fue un adelantado a su época, dotado con una inteligencia comercial poco común. Incluso después de arruinarse en varias ocasiones, Saunders continuó inventando y llegó a diseñar supermercados mecánicos, con cintas transportadoras para llevar los productos hasta las cajas, e incluso sistemas de pago con rudimentarias computadoras para que los clientes abonaran las compras sin necesidad de cajeros.
La idea de Saunders es hoy un estándar mundial. Dentro de un supermercado, si no fuera por las etiquetas de los productos, resultaría imposible distinguir si nos encontramos en Berlín, Nairobi o Sao Paulo. Tampoco se puede decir que el concepto haya evolucionado mucho en las últimas décadas: porque aunque las grandes empresas dedicadas a la venta de alimentos hayan optimizado métodos y recursos, la experiencia sigue siendo básicamente la misma. Así que la pregunta es si este formato de compra cambiará en los próximos años cuando esté asentada la hegemonía del Internet de las cosas y las nuevas tecnologías. La respuesta puede ser el nuevo supermercado diseñado por Carlo Ratti (arquitecto y director del MIT Senseable City Lab) y abierto por la cadena italiana Coop en Milán el pasado mes de diciembre. Este supermercado del futuro ya fue probado durante la Exposición Universal “Alimentando el planeta. Energía para la vida” celebrada en la ciudad italiana en 2015. La tienda incorpora estanterías interactivas y realidad aumentada que permite ver a los compradores toda la información del producto en tiempo real: el origen del alimento, sus características nutricionales, los alérgenos presentes, productos similares, etcétera. Los datos recogidos a través de la interacción del comprador permiten así mismo saber cuáles son los alimentos más vendidos, la temporalidad de la venta y los recorridos habituales de los clientes.
La idea detrás del supermercado del futuro no es, según Carlo Ratti, únicamente económica, sino que lo que se pretende con toda la información desplegada es que los consumidores adquieran unos hábitos alimenticios más saludables y conscientes. Para el italiano, la comida y la cocina no deben perder el componente social que las caracteriza, a pesar de que cada vez más nos encontremos con nuevas formas de distribución capaces de llevarnos casi cualquier cosa a nuestras casas. Antes de comprarlas, “queremos ver las manzanas, oler la comida, ver la botella de vino… queremos tomar estas decisiones en un ambiente agradable y compartirlo con amigos”, asegura Ratti.
El País