Madrid.-Quien pensase que Serena Williams tal vez pudiera caer en la tentación de la compasión, que quizá podía tener un obsequio con su hermana mayor, Venus, loable trayectoria y finalista a sus 36 años en Melbourne, se equivocaba. De hecho, hasta partió una raqueta.
La estadounidense es una mujer de buen corazón, pero también una competidora despiadada. Salió a la central australiana con un número en el entrecejo, el 23, y ya lo tiene, porque con esta última victoria (doble 6-4, en 1h 21m) se convirtió en la tenista que más títulos del Grand Slam tiene en su expediente en la Era Open (desde 1969).
Dejó atrás Serena a la alemana Steffi Graf (22) y se sitúa ahora a solo un trofeo de la campeona de todos los tiempos, la australiana Margaret Court (24). Es decir, un aliciente más para su trayectoria. A sus 35 años y 125 días, la norteamericana firmó su séptimo éxito en Melbourne y se convirtió en la ganadora más veterana de un grande. También, en la jugadora de mayor edad que asalta la cima del ranking, porque recuperó con el triunfo ante su hermana el número uno del circuito (con 7.780 puntos), hasta hoy en posesión de Angelique Kerber (7.115); cuatro meses ha durado el reinado de la alemana, apeada en los octavos por Coco Vandeweghe y vencedora el año pasado.
Mientras, Serena continuó haciendo historia. Ahora que todo el mundo mira a la final entre Rafael Nadal y Roger Federer, tal vez habría que preguntarse si no es Williams la mejor tenista de todos los tiempos, independientemente de géneros y épocas. Nadie ha logrado unos registros como los suyos ni ha tenido una regularidad tan aplastante. Basta con decir que ha ganado nada más y nada menos que nueve Grand Slams cumplida la treintena. Le define a la perfección Xavi Budó, el preparador de la canaria Carla Suárez: “Ella significa vivir por y para un deporte. Convivir con la presión de ser la mejor y tener un hambre eterna de victoria”.
Y para muestra, la frase que dejó una vez que ya tenía un nuevo trofeo entre sus brazos: “23, 24, 25… Nunca es suficiente. Me he sentido como si verdaderamente haya mejorado este año mi juego”. Probablemente sea pronto para calibrarlo, pero lo cierto es que en Melbourne Serena no ha hecho la más mínima concesión. No ha entregado un solo set en siete partidos y en ningún momento dejó la sensación de que pudiera caer en la final ante Venus, por mucho que el componente emocional envolviera el partido. Una circunstancia que en ningún caso era nueva para ellas, más que acostumbradas, enfrentadas por primera vez en una final australiana en 2003, hace 14 años, y por última ocasión en un grande hace ocho años, en Wimbledon (2009).
Así que nada nuevo para Serena, ganadora de 81 partidos de los 91 que ha disputado en Melbourne y de 316 en los Grand Slams. Cifras y más cifras cuando se escribe de ella, la campeona que creció en un suburbio californiano, hoy día una de las grandes deportistas del planeta. Cifras y los parlamentos de rigor. “Cuando tú ganas también gano yo”, le dedicó Venus, ganadora de 10 majors, solo dos menos que Novak Djokovic; “cuando yo quería llegar a lo más alto tú ya estabas allí. Estoy enormemente orgullosa de ti. Eres mi mundo”. Y le correspondió la hermana pequeña: “No podía haber ganado estos 23 trofeos sin ella. Eres mi inspiración y la única razón por la que estoy ahora aquí”.
Así se cerró la emotiva noche de Melbourne, con los 23 de Serena. Un número con mucha mística. El 23, al fin y al cabo, era el dorsal mágico del baloncestista Michael Jordan; el 23 fue el día que nació Pelé, uno de los grandes futbolistas de todos los tiempos; y 23 fueron los puñetazos que esquivó el boxeador Muhammad Ali, en 10 segundos, durante la histórica secuencia que protagonizó en abril de 1977, en Miami, frente al jovenzuelo Michael Dockes, de 19 añitos, 16 menos que él. Ahora, Serena honra el número áureo. Ya tiene 23 trofeos del Grand Slam, desglosados de la siguiente manera: siete en Melbourne, otros siete en Wimbledon, seis en Nueva York y tres en Roland Garros.
El País