Organizaciones e Instituciones

En el siglo XVIII el filósofo David Hume (1985) notó que las personas no deben encomendar el futuro gobierno de un estado a la fortuna, sino que deben diseñar un sistema de leyes que regulen la administración de los asuntos públicos hasta la posteridad. Las regulaciones sabias en cualquier nación son el legado más valioso que se puede dejar a las eras futuras.

La política es inherente a la actividad humana, no es exclusiva de un poder público, estado o país, sin embargo, de forma ordinaria es en estas instituciones donde se evalúa.
La política ya no es exclusiva de los actores políticos. La cooperación en una comunidad no depende de quien determina las relaciones, por ello, la calidad de las acciones ahora depende de la capacidad de las organizaciones para transformar a las instituciones.
Para la profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Rochester Gretchen Helmke y Steven Levitsky titular de las asignaturas de Gobierno y Estudios Sociales en la Universidad de Harvard existen dos tipos de Instituciones: las formales e informales.
Las formales son reglas y procedimientos creados, comunicados y hechos valer por mecanismos aceptados como oficiales (generalmente escritas como leyes, tratados o contratos).
Las informales son reglas socialmente compartidas, usualmente no escritas, que son creadas, transmitidas y hechas valer por canales o mecanismos ajenos a los oficiales (costumbres, tradiciones, culturales o morales).
Una empresa, escuela, sindicato o una familia, al igual que un parlamento, un tribunal o una secretaría de estado, son una comunidad política. Son formas de organización que institucionalizan sus procedimientos para solucionar los problemas colectivos, (lo relevante de estas instituciones no son las preferencias individuales sino los resultados colectivos. Las organizaciones pueden cambiar las instituciones, algunas, como los sindicatos, los partidos políticos o los grupos académicos de forma focalizada sobre un tema en especial o tarea particular).
Kenneth A. Shepsle, miembro fundador del Instituto de Ciencias Sociales Cuantitativas de la Universidad de Harvard, señala cuatro componentes de importancia en las instituciones: División del trabajo y procedimiento regular, especialización del trabajo, jurisdicciones y delegación, y vigilancia.
En la división de trabajo se desarrollan procedimientos mediante los cuales, los diversos asuntos se dividen en unidades manejables, a las que se les asignan funciones y actividades específicas;
En la especialización del trabajo ningún miembro de la organización es idéntico a otro. Cada individuo tiene cualidades, intereses y preferencias distintas. Las instituciones que aprecian este hecho lo reflejan en la asignación del trabajo, lo que conlleva a la especialización (un miembro de la institución, por su perfil académico, experiencia e intereses puede atender un área específica).
Jurisdicciones, es el conjunto de actividades que se desarrollan en un espacio determinado.
Delegar y vigilar; La vigilancia de las actividades es inherente a la delegación de funciones, bienes o recursos, si no se desarrolla de manera eficiente, no se podrá evaluar el impacto de las acciones o funciones delegadas.
La ciudadanía, hoy tiene las posibilidades de formar parte de las organizaciones que promuevan un cambio en las instituciones y, al mismo tiempo pueden participar de un nuevo modelo de institución.
Un ejemplo de este supuesto, es el Poder Legislativo, ya que está conformado por ciudadanos electos, organizados por fracciones parlamentarias que se unen por intereses comunes para crear, analizar, reformar, abrogar o derogar leyes en beneficio de la colectividad.
Un ejemplo que resalta la importancia de la participación colectiva, es la creación de políticas públicas. Al momento de elaborar las leyes, programas o reglas de operación suele no consultarse a los grupos de académicos, especialistas o beneficiarios, lo que tendrá en la mayoría de los casos un impacto negativo en el proceso, a pesar del interés de solucionar un problema social y genera un malestar en la sociedad o sector de población a quien va dirigido el beneficio del programa (**)
Para la doctora Carolina Garriga las instituciones con las que hoy contamos no corresponden a la actualidad, sino a la configuración de las condiciones políticas, sociales o económicas en el momento de su creación, lo que trae como consecuencia el deber de las organizaciones de evaluar y vigilar su actualización.
Para generar instituciones sólidas que trasciendan, se requiere de la participación de las organizaciones ciudadanas interesadas en la creación y aprobación de éstas, con el objetivo de cambiar una situación o solucionar un conflicto en beneficio de la sociedad.
Se ha vuelto un eje importante y recurrente en las agendas parlamentarias; la participación ciudadana para la construcción de los nuevos modelos jurídicos, pero de poco o nada sirve su valoración en las agendas, si no se promueve la colaboración de las y los ciudadanos o se participa de forma activa en la toma de decisiones, la reforma o implementación de nuevas instituciones y la vigilancia para su evaluación.
(*) El autor es egresado de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y realiza estudios de Análisis Político en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE).
(**) El programa “Hoy no circula” de la Ciudad de México es un ejemplo de ello. Hasta hoy, no se cuenta con una muestra científica que genere certeza en la ciudadanía de los beneficios e impactos del programa en el medio ambiente, sin embargo, hay un malestar general por la forma de creación y operación actual del programa. Esa etapa de vigilancia a que se refiere Shepsle permitiría a la ciudadanía evaluar de forma cierta el o los beneficios del programa.

Adán Córdoba