Solalinde: “Queremos un México nuevo”

Alejandro Solalinde durante una marcha en la CDMX. Foto: Archivo

De visita en la tierra que el escritor Juan Rulfo pobló de fantasmas, hoy aquejada por las desapariciones forzadas, el sacerdote Alejandro Solalinde hace la autocrítica de la Iglesia católica, que ha contribuido a mantener vigente la ideología machista prevaleciente en la región en perjuicio de las mujeres. El defensor de los derechos de los migrantes también advierte que en el país cunde el hartazgo por la injusticia, pero considera que aún existe una oportunidad para cambiar el país pacíficamente.

Guadalajara Jal.- Sin sotana, vestido con pantalón vaquero pero con una cruz de madera en el cuello, el padre Alejandro Solalinde llegó en una camioneta de la Universidad de Guadalajara a la capilla de Telcampana, en pleno Llano Grande, con una sonrisa amigable, aunque el tema de su charla es duro: advierte que el hartazgo social que se percibe en todo el país podría ser el detonante de una revolución.

El pasado sábado 4, el sacerdote católico indicó que Jalisco es uno de los estados con mayor número de desaparecidos en todo el territorio nacional (las autoridades estatales reconocen 2 mil 300 casos). Frente a más de 50 personas del municipio de San Gabriel, marcado a su vez por este flagelo social, comentó que también otros lugares, como el Estado de México, se han convertido en focos rojos por el número de familias afectadas.

A diferencia de otros actos públicos, en este apareció resguardado por varios escoltas, cuyos servicios aceptó ante las amenazas que ha recibido y los constantes riesgos que enfrenta por emitir sus opiniones. Además, relató que se lo sugirió su amiga Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón y precandidata del PAN a la Presidencia de la República.

Aclara que, a pesar de su amistad con Zavala, no le gustaría que fuera presidenta. En cambio le apuesta a la conformación de un movimiento social encabezado por jóvenes y mujeres que inicie una gran transformación del país en el proceso electoral de 2018:

“Imagínense que estos dos sectores se unieran, que unieran sus votos, inspirados obviamente por el espíritu santo, pero también coordinados en redes sociales por su sentido común; que ellos promovieran el gran cambio para alcanzar un México distinto a partir de 2018. Ahorita no podríamos hacerlo. ¿Por qué? Porque sería a través de la vía electoral. La otra es la revolución, que tampoco se descarta, y no por parte mía, sino porque hay gente que está perdiendo la paciencia. No queremos eso, porque la lucha a nadie va a ayudar, todos vamos a perder.”

A unos metros de las ruinas de la exhacienda de Telcampana, que perteneció al diputado maderista Jacinto Cortina, Solalinde se reconoció como un clérigo incómodo para el gobierno y para la Iglesia católica por sus declaraciones y por su constante activismo en favor de los derechos humanos, de los desaparecidos y principalmente a causa de su defensa de los migrantes.

Ese día 4 visitó Ciudad Guzmán por invitación del Centro Universitario del Sur, perteneciente a la Universidad de Guadalajara, y del seminario mayor de la arquidiócesis de Ciudad Guzmán. También lo convocaron habitantes de Telcampana, en San Gabriel, con quienes se reunió aproximadamente de las 11:00 a las 13:00 horas.

En el lugar del encuentro, hace poco más de un año una célula del crimen organizado controlaba el ingreso y la salida de cualquier persona de esa ranchería poblada por menos de 30 familias.

“Yo viajo por muchos lugares de la República –dijo Solalinde a los pobladores–, pero siempre estoy tratando de percibir signos sociales. Y son muchos lugares donde francamente han dicho que si este gobierno volviera a hacer trampa y no permitiera que hubiera el cambio que tanto necesitamos, entonces hay otras opciones. La gente lo ha repetido hasta el cansancio por todos lados.

“Yo sí creo que pudiera haber eso (una revolución) y claro, este gobierno estaría gustoso de que eso fuera, para justificar una represión y entonces decir que se necesita la ley de seguridad interior. A fuerza quiere el necio gobierno que se apruebe esa ley para ellos ampararse, para hacer represión ante lo que se viene.”

Enfatiza: “Lo que se vive es el hartazgo de la gente y esto significa pasar de la molestia del gasolinazo y las protestas a formas de organización más estructuradas, donde van a cuidar el voto y no van a permitir que vuelvan a hacer trampa otra vez”.

En cuanto a la elección federal de 2018, señala: “Queremos un presidente sensible y creo que Andrés (Manuel López Obrador) es esa persona sensible, pero va a llegar a unas estructuras y esas estructuras pueden ponerlo en riesgo a él. No dudo de su integridad, pero la gente que lo rodea puede caer en la corrupción. Yo he visto al PAN, he visto al Yunque, que tenían unos ideales y se corrompieron.

“¿Ustedes saben qué es Yunque? Es una organización secreta que se decía muy católica y que iba a iniciar un gobierno con la rectoría de Dios, pero apenas entró Fox al gobierno, simplemente se corrompieron, al igual que el PAN.”

Dice que el PAN todavía es rescatable, pero ahora tiene una relación de simbiosis, un “amasiato o concubinato” con el PRI.

Responsabilidad

En entrevista con Proceso Jalisco, Solalinde señala que el movimiento que dirige López Obrador es el único que puede lograr un cambio por la vía pacífica:

“Coyunturalmente hablando, no veo muchos liderazgos en México, no del tamaño que se necesita para cambiar a México. El único cambio que veo (factible), y conste que no soy de Morena, es el de Andrés Manuel y Morena. Yo nunca he militado en ningún partido ni voy a hacerlo nunca, pero creo que es el único movimiento fuerte que parece asegurar un cambio.

“Andrés Manuel y Morena no son un fin, son un medio para cambiar México: el último intento pacífico de buscar el cambio para México. Si fallaran Andrés Manuel y Morena, si hiciera trampa este gobierno priista, apoyado por el PAN y por otros partidos, provocaría que estallara México de muchas maneras”, advierte. Por esa razón comenta que se requiere de un consejo ciudadano de contraloría social y ética para cuidar que la elección se desarrolle en buenos términos.

Sobre Margarita Zavala, reconoce su inteligencia y sencillez. Además reitera que el gobierno federal le ofreció protección a raíz de las amenazas que ha recibido y la panista le recomendó que aceptara escoltas:

“Me puse a pensar en las palabras de ella y entonces dije: tiene razón, si yo no acepto, un día me matan y va a decir el Estado: ‘Nosotros queríamos protegerlo, pero él no quiso, por necio se lo echaron’. Ahora digo: No, el Estado tiene responsabilidad, que me cuide. Si me pasa algo es responsabilidad de él.”

El sacerdote considera que el pueblo de México tiene la oportunidad para razonar su voto y no venderlo, como muchos electores lo hicieron en las pasadas elecciones.

“Yo estoy seguro de que si México en este momento no está preparado para dar el paso, pues que con su pan se lo coma, así de simple. No me voy a afligir ni me voy a angustiar si los ciudadanos en 2018 vuelven a vender su voto; allá ellos.

“Igual digo que si la Iglesia vuelva a decirles a los feligreses, como han dicho algunos obispos, que ‘no se preocupen, ustedes son pobres, reciban todo lo que les den y a la hora de las elecciones voten por quien quieran’, eso está mal, eso es corrupción. No tengo miedo de decir que si eso pasa, el pueblo tiene que sufrir los gobernantes que merezca. Hoy el ciudadano tiene la oportunidad histórica de que realmente salga (electo presidente) alguien de izquierda por primera vez. Todos los demás han sido de derecha. Es la primera vez que puede suceder, si lo pierde será responsabilidad del pueblo.”

Sobre esa actitud de una parte del clero, opina que es necesario realizar cambios profundos en su Iglesia y atreverse a preparar sacerdotes acordes a la realidad actual:

“Yo le diría a los pastores que no basta ser decentes y buenas personas, tienen que salirse del redil, acompañar a la gente. Son personas que están acostumbradas, por la estructura monárquica de la Iglesia y el Vaticano, a que la gente vaya a ellos y los vea como príncipes. Pero ellos son pastores que tienen que estar abajo, deben sufrir las incomodidades. No pueden recibir ya privilegios, tienen que escuchar a la gente en la calle.”

Esa convicción le ha provocado roces con la jerarquía católica y con las autoridades. El pasado 12 de febrero, en la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, personal de seguridad interrumpió un acto en donde familiares de desaparecidos daban a conocer sus testimonios. Intentaron sacar del recinto a ellos y a Solalinde con el argumento de que en ese lugar está prohibido protestar.

–¿Volverá a dar un mensaje en la Basílica de Guadalupe? –se le cuestiona.

–Por supuesto que sí, lo intentaré. No sé si va a ser para este 12 de marzo, pero sí vamos a invitar a más personas.

–¿No teme que se lo lleven a la cárcel o lo golpeen?

–No, porque es mi casa, la casa de mi madre. Pero si se atreven a hacerlo los guardias del templo, la gente dirá qué piensa de lo que han hecho de la Basílica: en vez de un lugar de acogida, una empresa donde no se permite la entrada de personas que no produzcan (recursos) o que estén incomodando el sano juicio y la sana doctrina (de la Iglesia).

–¿Qué le quiere decir a la Iglesia católica?

–Que es tiempo de liberar a la Virgen de Guadalupe, que la hagan itinerante, que le permitan salir, no físicamente sino su espíritu. Que lleven el Tepeyac a otros lugares de México, donde se requiere de su compañía. Quiero decirle que tomen en cuenta, en ese espíritu guadalupano, a los laicos. Los laicos son ahorita… cristianos de segunda clase, y las mujeres de tercera clase. Entonces, que las personas realmente sean valoradas y tomadas en su consagración bautismal como colegas de bautismo, no como súbditas, no como súbditos, o peor todavía, como clientes.

Los pendientes

Solalinde señala en la entrevista que la inseguridad le duele, “pero más aún las víctimas en el tema de los desaparecidos, porque es la forma más horrenda, bárbara y cruel que ha habido de exterminar a una persona: no dejar nada de ella. Lo más horrible es la incertidumbre eterna para su familia, el no tener siquiera el consuelo de velar unos restos y saber que la persona ahí está, es lo más horrible.

“Es lo que pasó con (los 43 estudiantes de) Ayotzinapa, que fue la desaparición más emblemática, pero no la única ni la última que desgraciadamente ha marcado a este gobierno. Ese hecho le ha puesto un estigma para siempre, no solamente de aquí a 2018, sino para siempre. Yo espero que con este cambio que necesitamos se detengan las desapariciones, porque está demostrado que la mayor parte de éstas son por causa del Ejército, de la Marina, de la Policía Federal y otras corporaciones policiacas.”

Sobre la situación en Jalisco, lamenta que la cultura machista contribuya a la violencia contra las mujeres y a los feminicidios:

“Yo lo atribuyo a la cultura machista, que entre otros factores se ha mantenido vigente por la Iglesia católica. Jesús rompió esa cultura machista, al menos en sus discípulas y discípulos. La rompió integrando a la mujer, pero después, cuando él ya no está físicamente, la Iglesia olvida eso y vuelve otra vez al machísimo judío. Hasta la fecha, 2 mil años después, excluye a las mujeres.

“La Iglesia es una institución que pesa mucho, sobre todo en regiones católicas como El Bajío, como Jalisco. Mientras más se es católico, según lo hemos visto, hay más machismo. Ese fenómeno también se asocia a la violencia contra la mujer, al grado del feminicidio. Entonces, la Iglesia católica está dando muy mal mensaje: por un lado puede hablar de derechos humanos en general, pero por el otro mantiene influencias culturales caducas al rechazar la presencia de la mujer en todos los espacios de la Iglesia.”

Cuando se le pregunta sobre su seguridad personal, menciona que no está intranquilo ni teme por su vida: “Si a mí me mataran, les iría mal para su causa, porque yo perdería la vida pero se ganaría más en la conciencia de la gente y en la lucha por la justicia, en la lucha por ese cambio. No les iría muy bien”.

Antes de irse, el sacerdote defensor de migrantes comenta: “Me siento muy orgulloso de haber venido a la tierra de Juan Rulfo en el centenario de su natalicio. Es un jalisciense que honra a su estado, a todo México y a la literatura universal”.

Antes de salir de San Gabriel, Solalinde recibió el reconocimiento que le hizo llegar el alcalde priista, César Octavio Rodríguez Gómez, aunque éste se abstuvo de aparecer junto al sacerdote.

Proceso