Está en boca de todo el mundo y como es natural, pocos se resisten a opinar. El feminismo está de moda y llega para quedarse. Como el animal print, la gabardina y los stilettos negros. No se reduce a una tendencia y, por ello, exige más que buenas intenciones. Necesitamos un buen fondo de armario (véase una biblioteca personal feminista) y una mirada crítica que nos inspire y motive en esa ardua tarea de empoderarse (en el caso de las mujeres) y de perder privilegios (cuando se trata de varones, sobre todo blancos, heterosexuales y que tratan a su pene como mascota).
Pero, en ese proceso, no podemos ignorar la cantidad de gente patética que todavía no ha comprendido qué significa el feminismo. En Código Nuevo hemos hecho un profundo análisis e investigación al respecto. Esperamos que la siguiente clasificación te ayude a detectar a tanto indeseable:
1. El clásico. “Ni machismo ni feminismo: igualdad…”
Actúa como ese tema de Julio Iglesias. Es rancio, pero tiene ritmo y serias posibilidades de convertirse en tu próximo estado de WhatsApp. Casi te convence. Pero, ¡error! Repudiar el feminismo es renunciar a la igualdad. Ya te lo dice la RAE: “Feminismo: ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. En ningún momento, el feminismo plantea suprimir derechos y libertades a los hombres sino favorecer a las mujeres que históricamente han sido discriminadas, maltratadas y humilladas por considerarlas, desde una visión machista y misógina, seres inferiores.
Ciertamente esto es muy fuerte que lo diga la RAE, sobre todo teniendo en cuenta su tufo a desigualdad y a lenguaje sexista. ¿Un dato? En tres siglos solamente once mujeres han recibido el reconocimiento como académicas en esta institución.
2. El paranoico. “Las feministas odian a los hombres…”
Sí y no. Seguramente existan feministas que odien a los hombres, pero no a cualquier hombre sino a aquel que viola, maltrata, humilla, controla, desprecia y tortura a las mujeres por el simple hecho de que cree que ellas le pertenecen, que son suyas. Sí, como si acaso las hubiera comprado en un bazar chino. Los motivos para odiar a este tipo de sujetos está más que justificado, ¿no crees?
Pero no, las feministas no odian a los hombres. De hecho, los hombres deberían ser feministas también, y estos no se odiarían a sí mismos, ¿no?
3. El snob e intelectual. “Yo no soy feminista, soy humanista”
Te embauca. Huele a Pérez Reverte, que es como una mezcla entre puro, Brummel y pollo frito recalentado. A veces lleva fular como Dalas, otras boina para contener su supuesto cerebro prodigioso y en ocasiones pulseras de hippie muy hippie que verifican que ha viajado mucho por el mundo y sigue igual de gilipollas. Tiene dos carreras, un máster y trabaja en no sé qué mierda de consulting. Parece un sabio, un triunfador y, en cambio, es un idiota que aún no se ha enterado de que humanismo y feminismo son dos teorías distintas.
El humanismo es una corriente cultural que afirma que los seres humanos tienen el derecho y la responsabilidad de dar sentido y forma a sus propias vidas. Defiende valores como la independencia, el conocimiento, la laicidad y la tolerancia. O sea, que está muy bien y eso, pero… ¿qué tiene esto que ver con la violencia contra las mujeres, la igualdad salarial o la corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidado? El humanismo no incluye desigualdades ni luchas concretas, es un término generalista que habla de tolerancia. Pero no por ello está tratando específicamente la desigualdad que todavía vive la mujer en muchos ámbitos.
4. El (o la) guay. “Yo creo en el feminismo, no en las feminazis”
Cuando creías que por fin lo había entendido, te destroza el corazón. ‘Feminazi’ es un término que se utiliza para ridiculizar a las feministas y acusarlas de “locas” y “exageradas” cuando se muestran seguras, determinantes y reivindicativas en su lucha por la igualdad de derechos, libertades y oportunidades entre mujeres y hombres. La palabra fue popularizada por Rush Limbaugh, un conservador estadounidense, para atacar a aquellos colectivos de mujeres que peleaban por el derecho al aborto.
De esta forma, Limbaugh comparaba el holocausto con la legalización del aborto. Sí, existen mujeres que se auto-proclaman feministas y tienen actitudes violentas y cuestionables hacia los hombres. Pero esto no las convierte en feminazis, sino en estúpidas. Decir que existen las ‘feminazis’ o el ‘hembrismo’ es como decir que existen los unicornios. Lo puedes imaginar, pero no se dan las condiciones sociales, económicas y culturales para que existan.
5. El nostálgico/a. “El feminismo de ahora es extremista y radical”
Bendita ingenuidad. ¿Acaso piensa que el sufragio femenino y la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores en las fábricas se pedía por favor y con una sonrisita? El feminismo no es extremista a menos que pienses que defender los derechos humanos lo es. ¿Y radical? Ir a la raíz de la opresión y la violencia, es decir, analizar cómo se crean y mantienen las relaciones de poder, no debería escandalizarnos. Al contrario, debe hacernos reflexionar y cuestionar nuestras actitudes, ideas y pensamientos misóginos. No lo olvides: lo contrario al feminismo, es la ignorancia.
6. El infiltrado. “Yo soy feminista, pero (insertar contradicción…)”
Las combinaciones son múltiples y catastróficas: “Yo soy feminista, pero hay muchas denuncias falsas por violencia machista”, “Yo soy feminista, pero las mujeres se divorcian para arruinar a sus maridos”, “Yo soy feminista, pero me dan asco los gays con pluma”, “Yo soy feminista, pero prefiero que las tareas domésticas las haga ella”, “Yo soy feminista, pero me gusta que sea primavera para ver mucha teta suelta”, “Yo soy feminista, pero le río todos los chistes y comentarios sexistas a mis colegas”. Y así podría seguir hasta cambiar, tristemente, de siglo. No, no es feminista. Es un sinvergüenza. Y seguro que quiere ligar, invalidar tu discurso o irritarte, sea hombre o mujer. No le prestes la más mínima atención. Solo di adiós y buena suerte.
Código Nuevo