Kushner se reunió con el embajador ruso y el presidente de un banco público controlado por el Kremlin
Whashington.-La investigación de la trama rusa ha irrumpido en la Casa Blanca. El Comité de Inteligencia del Senado llamará a declarar a Jared Kushner, asesor y yerno de Donald Trump, por sus oscuras reuniones con altos funcionarios del Kremlin cuando aún gobernaba Barack Obama. La citación supone un salto en las indagaciones por su enorme potencial explosivo: Kushner no sólo es un importante cargo en activo del Gobierno, sino que pertenece al círculo íntimo del presidente.
A sus 36 años, Kushner vive en la cumbre de Washington. Casado con la hija predilecta del presidente, la ambiciosa Ivanka, este judío ortodoxo que nunca trabaja en sábado ha asumido un papel estelar en los primeros meses de mandato. Tiene hilo directo con el comandante en jefe, le asesora en política exterior e interior, lleva desde la sombra la siempre delicada relación con Israel y sirve de contrapeso al extremismo nacionalista del estratega jefe, Steve Bannon. Signo de su imparable ascenso es su designación como jefe de la futura Oficina de Innovación Americana, un superdepartamento destinado a incorporar la “mentalidad empresarial” a la Casa Blanca, sin ataduras burocráticas y que actuará de nexo con las grandes empresas. Uno de los sueños áureos de Trump.
Esta misma significación es la que da pólvora a su comparecencia. Hasta ahora el escándalo ruso ha sido una pesadilla para el presidente. En apenas dos meses ha dimitido su anterior consejero de Seguridad, el teniente general Michael Flynn, y se ha autorecusado de las pesquisas el fiscal general, Jeff Sessions. En las próximas semanas se esperan intervenciones críticas en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, y el FBI tiene un expediente abierto para determinar si el equipo de campaña de Trump se coordinó con Rusia para atacar durante las elecciones a la candidata demócrata, Hillary Clinton. Aunque en el caso de Kushner no hay nada demostrado, la dinámica del proceso, detonado por constantes filtraciones de los servicios de inteligencia, no hace presagiar un trámite fácil ni corto.
La citación del comité del Senado, todavía sin fecha, llega tras conocerse que en diciembre, con Barack Obama aún en la presidencia, Kushner se entrevistó con el embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, y luego con el responsable del banco público de desarrollo Vnesheconombank. La reunión con Kislyak se celebró en la Torre Trump y, según la Casa Blanca, sólo tenía como fin establecer una línea de comunicación entre la futura Administración y el Kremlin. Pero junto a Kuscher acudió el polémico general Flynn, conocido por su proximidad a Vladímir Putin.
El encuentro en las oficinas privadas de Trump coincidió con un momento especialmente volátil de las relaciones con Rusia. El presidente Obama, en plena cuenta atrás, estaba preparando las sanciones contra el Kremlin por haber orquestado en suelo estadounidense una intensa campaña de desprestigio contra Clinton. La operación, dirigida por el servicio secreto ruso y que llegó a ser aplaudida por Trump, supuso la infiltración en los ordenadores del Partido Demócrata y el saqueo de las cuentas de correo de figuras tan próximas a Clinton, como su jefe de campaña, John Podesta.
Ante la posibilidad de represalia, los rusos habían hecho saber que estaban dispuestos a responder. Desde el Gobierno en la sombra se buscó evitar la escalada y se les prometió un nuevo comienzo tras la investidura, el 20 de enero. Flynn fue el encargado de la gestión, que culminó con una serie de llamadas telefónicas al embajador Kislyak el 29 de diciembre, el mismo día en que la Casa Blanca anunciaba la expulsión de 35 diplomáticos rusos por el ciberataque. Rusia, tras la intervención de los hombres de Trump, no tomó ninguna represalia. Semanas después, al conocerse el contenido de estas conversaciones, el general tuvo que dimitir.
La reunión en la que participó Kushner se registró días antes de las sanciones. La Casa Blanca ha insistido en que se trataron asuntos habituales en las transiciones de poder, como la mejora de las relaciones bilaterales y la política en Oriente Próximo. Pero tras esta cita, Kushner prosiguió sus tratos con Rusia y mantuvo, a instancias del embajador, una entrevista con el presidente de Vnesheeconombank, Sergei Gorkov, un personaje muy cercano a Putin y cuyo banco fue objeto de sanciones tras la intervención rusa en Ucrania. En la fecha del encuentro, además, Kuschner seguía al mando de su imperio familiar.
Los senadores, según medios estadounidenses, quieren preguntar si en la conversación se trató sobre posibles ayudas económicas a sus empresas. Un portavoz oficial lo ha negado: “No está intentando esconder nada y quiere ser transparente”. Kushner ahora lo tendrá que explicar ante el Senado. Si falla, la Casa Blanca estará en la diana.
El País