Por Moisés MOLINA
Estamos a nada de la elección local más importante del año, no obstante se elija solo gobernador.
No es por hacer menos, las jornadas electorales de los restantes estados que el domingo 4 de junio, definirán su futuro, pero -no soy el primero que lo escribe- de ellas depende el futuro inmediato de nuestra nación. Argumentemos:
La elección del Estado de México es, por mucho, la que roba más cámaras por diversas razones, entre la que aquí dejo solo algunas, que pueden parecer inocentes coincidencias, pero sin olvidar que en política, las coincidencias no caben:
•El Presidente de la República, antes de serlo, gobernó seis años esta entidad federativa. No ha perdido ocasión para mencionar en algunos de sus discursos, alusiones a su temprana biografía, dónde lo que más pesa el recuerdo de ese pequeño pueblito, su natal Atlacomulco.
• Por sí solo, el estado de México tiene una lista nominal de 11 millones 308 mil 833 votantes.
• Al doce de mayo de 2017, en todo el país habíamos 85 millones 543 mil 220 electores en la lista nominal, es decir, con nuestra credencial para votar en el bolsillo.
• Esos más de 11 millones de ciudadanos que pueden votar en el Estado de México, representan más del 7.5 por ciento de toda la lista nominal de país, de las 30 entidades federativas restantes;
• es decir, por cada 200 electores con credencial para votar de todo el país, 15 votan en el Estado de México.
• Del total de la lista nominal, un 52.42 por ciento son mujeres, frente a un 47.58 por ciento de varones.
• Consabido es que ya se nos tiene acostumbrados a la total ausencia de la propuesta y no se diga de los contenidos de las plataformas electorales, mientras, irresponsablemente, los partidos autodenominados de esa izquierda que no existe, se entregan a un creciente discurso anti sistema que más que votos genera confusión y odio, y legitimación de la ilegalidad; desde la destrucción de la propiedad y patrimonio histórico, hasta el abierto y desfachatado activismo de algunos ministros de culto.
• De modo tal que esa mayoría de mujeres, dependiendo de muchas variables, harán descansar la definición de su voto en unos pocos criterios, entre los que más ha pesado la imagen, la proyección facial y la identidad gráfica del candidato.
• Por grupos de edad, los jóvenes de entre 18 y 34 años de edad representan 4 millones 473 mil 399, que suman casi un 45 por ciento de la lista nominal. Y si a ellos le sumamos el nada despreciable 1 millón, 75 mil 851 correspondiente al grupo de 65 y más (9.51 por ciento de la lista nominal). ¿Cuál es el reto? Sacarlos a votar. Las generaciones de la x a los milenials, tienen ya una incipiente visión e interpretación de candidatos, partidos y elecciones y prefieren en buen porcentaje alejados de ese micro cosmos de descalificaciones o elaboradas, confusas propuestas que no les interesan, porque se refieren a problemáticas que, en muchos de los casos, toca resolver a sus padres.
• Es decir, dependiendo del grupo que mayoritariamente salga a votar, las mujeres, los jóvenes o los adultos mayores, tendremos el resultado de la elección, que a ojo de buen cubero no se ve tan competida.
• Y un último dato para el anecdotario: De acuerdo a su entidad de origen, pero que domiciliados en el estado de México, 5 millones 502 mil ,424 son mexiquenses (48.66%); 344,512 son poblanos (3.05%); 293,270 son veracruzanos (2.59%); de Tlaxcala, 62,872 (0.56%); y de otras entidades 5,105,755 (45.15%).
• Así es que no podemos saber a cuántos de estos no mexiquenses domiciliados en el Estado de México, interesa quedarse en domingo a votar o prefiere ir a su estado de origen a visitar a sus familiares o amigos.
• Y si a esto agregamos los tradicionales índices de abstencionismo que pueden llegar al 60 por ciento, el voto duro y la “estructura”, son los que definen los sorpresivos resultados.
Y es que lo hemos repetido hasta el cansancio. Muchos votantes pueden:
• No ir a votar, cuando ya lo tenían decidido. Cambiaron de opinión de último momento.
• O al contrario. Algún evento sucedió que tocó las cada vez más profundas fibras cívicas del votante que nunca había ido a votar y decide hacerlo por primera vez.
• Un elector que no falta a los comicios, y tiene ya decidido por quién va a votar, cambia el sentido de su voto al salir de casa o cuando ya tiene el crayón en mano.
Así como estas, muchas cosas definen el resultado de una elección. Y a su complicada conjunción le llaman fraude.
La aceptabilidad de la derrota es uno de los valores de la democracia al que se le ha faltado en los últimos tiempos.
De las encuestadoras, nadie quiere hablar, después de su penoso papel en la elección de 2016.
¿Saben por qué cada vez se equivocan más? Porque, independiente del diseño del cuestionario y lo medular de su metodología (telefónica o casa por casa) y obviamente el tamaño y dispersión de su muestra), el porcentaje de personas que refieren no estar seguros de por quién van a votar, es cada vez mayor. Algunos, sinceramente no saben, porque no tienen militancia partidista (votó volátil) o porque su opinión de las encuestadoras, cualquiera que sea, es de desconfianza; sienten que les hacen perder el tiempo, se sienten usados para legitimar una encuesta cuchareada o simplemente no van a ir a votar pero les da pena decirlo.
Argumenten lo que pretexten, se equivocaron olímpicamente y con ello, preferimos los pronósticos de los operadores electorales avezados que ya conocen el desenlace, aún antes de terminar la campaña, del cual, también algunos o muchos de nosotros, sin ser demógrafos ni encuestadores, sabemos, con todo y que los públicos votantes son cada vez más impredecibles, quién tiene ya levantada la mano.
Y se la ha levantado, quien comienza desde los titulares de los medios, hasta los más ofensivos twitts de miles de bots, a denunciar fraude, plan de acción, resistencia civil y todo aquello que sea negociable para acallar la danza de los miles de millones de las televisoras y hacer, como se ha dado a conocer, con 50 millones de pesos, una especie de sabotaje del twitter para disparar preferencias. 50 millones en una red social cuyos usuarios en mayoría están, lo hemos dicho en entregas pasadas, más preocupados por el ultimo tuit de Paulina Rubio, que en lo que pueda pasar antes, durante y después del próximo domingo.
Probado está que las encuestas son de quien las trabaja, o sea de quien las paga. Y han dejado de ser incluso, una fotografía del momento. Las encuestadoras son a veces las que hacen el fraude.
Me aventuro a vaticinar en vista del entorno, que la elección está decidida, y los triunfadores están pensando ya en 2024.
@MoisesMolina