“Las elecciones nos obligan a buscar un acuerdo sobre el TLC este año”
Ciudad de México.- Se acerca el día D y la hora H para la renegociación del tratado de libre comercio que une a Estados Unidos, México y Canadá desde hace más de dos décadas y que el imprevisible Donald Trump tiene en su punto de mira desde su campaña electoral. El retraso de Washington en nombrar a los negociadores y aprobar las disposiciones legales ha pospuesto el inicio de las conversaciones hasta agosto. Al menos en el plano formal: entre bambalinas, los tres países llevan semanas de contactos. Para esa fecha, el secretario (ministro) de Economía de México y hombre clave en el proceso negociador, Ildefonso Guajardo (Monterrey, 1957), quiere tener todo dispuesto en previsión de unas conversaciones que marcarán el futuro económico de su país —cuyo primer socio comercial es, de lejos, EE UU—, y en las que todas las partes implicadas tendrán que pisar el acelerador. “Hasta ahora, la calma ha ayudado”, explica en su enorme despacho desde el que se divisa todo el paseo de la Reforma, la arteria principal de la Ciudad de México. “Pero las circunstancias políticas, con las elecciones mexicanas en el verano de 2018 y las estadounidenses [para el Congreso] en el otoño, nos llevan a tratar de alcanzar un acuerdo antes de que termine diciembre”.
Hasta la irrupción de Trump, la necesidad de actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) brillaba por su ausencia. Pero, dadas las circunstancias, todos tratan ahora de hacer de la necesidad virtud. También Guajardo: “Es saludable que el TLC se modernice; es muy peligroso que tanta gente en EE UU piense que el tratado está en el centro de todos sus males. Hay que vacunarlo y blindarlo hacia el futuro”.
El grado de confianza en que el nuevo acuerdo comercial no será tan perjudicial como se preveía inicialmente ha crecido gracias al interés de muchos empresarios y agricultores del sur de EE UU, que ven en la renegociación un riesgo para sus cuantiosas ventas al país vecino. “Los 100 primeros días [de Trump en la Casa Blanca] han servido para que en la Administración estadounidense se plasme la idea de que el TLC no es tan sencillo destruirlo”, apunta. “Muchos de sus aliados y los mismos Estados agrícolas que votaron por él ya se han acercado a decirle que tenga cuidado con poner una bomba del tiempo a esto. Eso nos ha ayudado”.
Amenaza de ruptura
“Dicho esto, no se puede descartar que, en un momento de desesperación, los que tienen visiones catastróficas en la Casa Blanca puedan dar un coletazo. Será una montaña rusa”, advierte. Consciente de que esa amenaza, la de una ruptura unilateral del tratado, estará ahí durante el tiempo que duren las negociaciones, el titular mexicano de Economía llama a la calma: “El riesgo más importante es darle aterrizaje a algunos de los planteamientos e ideas que salen de Washington. Han sido explícitos en que no están en contra del libre comercio, sino a favor de un comercio justo. Y el poder entender qué va a significar eso en el momento de la negociación es clave”. Lo único claro en este momento, dice Guajardo, es que México no aceptará aranceles ni cuotas y que negociará “sin permitir que atropellen la dignidad nacional”.
Su faceta de técnico es innegable: maneja las cifras con soltura y conoce al detalle las necesidades de los sectores productivos mexicanos. Pero, como ministro que es, no descuida ni un ápice su vertiente política. La duplicidad de agendas y las diferencias en torno a la velocidad que debe seguir el país latinoamericano en la negociación es evidente: por un lado, el canciller (jefe de la diplomacia mexicana) y mano derecha del presidente Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray, y por otro el propio Guajardo. Él, como político que es, niega la mayor: “Somos miembros de un mismo Gobierno y tenemos una misma estrategia”.
La idea de que Trump tendrá que extraer una victoria política de la renegociación del TLC también ha calado en México. También ahí es optimista y cree que la clave de un acuerdo donde todos ganen pasa por las reglas de origen, las normas que establecen que (los productos que se intercambian entre los países deben tener un determinado porcentaje de materiales fabricados en la región. “Podemos llegar a un acuerdo de reincorporación de cadenas productivas que perdimos hace mucho tiempo hacia Asia y del que salgamos satisfechos todos”, esboza.
También en el capítulo de derechos laborales y ambientales. “Trump podría decir: ‘Yo introduje en el TLC la obligación de cumplimiento de derechos laborales para que la ventaja comercial no descanse en la explotación del trabajo’. Y México, que enriqueció el tratado obligando a todos los países a cumplir los derechos laborales, porque queremos que el comercio beneficie también a los trabajadores mexicanos”, remata.
LA ENERGÍA, GRAN OPORTUNIDAD
El mundo ha cambiado radicalmente en los casi 23 años desde la firma del TLC: en 1994, el fax era tecnología punta y para el común de los mortales el término “Internet” no significaba nada. Pero para el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, el verdadero cambio se ha dado en el campo energético. “El tratado presenta muchas posibilidades para poder ser actualizado a la economía del siglo XXI, especialmente en áreas como la energía: hace 22 años no existía el gas shale, la tecnología para el crudo procedente de arenas bituminosas en Canadá no estaba disponible, ni se había hecho la reforma energética en México”, explica. “Para América del Norte, la energía es hoy la ventaja competitiva más grande vis a vis frente al resto del mundo: la molécula de gas cuesta aquí la tercera parte de lo que cuesta en China o en Europa”, subraya Guajardo. “Este sector es, quizá, el mejor ejemplo de las muchas oportunidades que se abren con la actualización del TLC”.
El País