Washington.- Un estadio en Manchester, una sala de conciertos en París, una discoteca en Orlando, una feria navideña en Berlín… La mayoría de los últimos atentados en países occidentales tienen algo en común: están realizados en espacios comunes con una infraestructura mínima y con alta presencia de gente.
Los ataques a lugares con poca o nula seguridad se han convertido en objetivos terroristas. Son los denominados “objetivos blandos”. “Cualquier encuentro de gente es un objetivo potencial. Los objetivos blandos son ahora preferidos, ya que tienes menos opciones de ser detectado”, detalla a EL UNIVERSAL Kenneth Gray, experto en Justicia Criminal de la Universidad de New Haven.
El analista recuerda que el Estado Islámico ha recomendado a través de uno de sus órganos de comunicación, la revista Inspire, que aquellos que quieran llevar a cabo un ataque “usen ítems comunes y poco convencionales como cuchillos, coches y camiones”.
“No todo el mundo tiene acceso a explosivos, pero cualquiera puede robar un coche y atropellar peatones o agarrar un cuchillo y atacar individuos”, reflexiona Gray.
Los “objetivos blandos” no son una novedad ni una tendencia de los últimos tiempos. “Son la evolución lógica de la táctica terrorista (…), una extensión de lo que ha sido el manual del terrorista”, asegura a este diario Karen Greenberg, directora del Centro de Seguridad Nacional de la Universidad de Fordham.
Los autobuses bomba en Jerusalén, los coche bomba en muchos lugares del mundo o la conversión de aviones en bombas aéreas de Al-Qaeda son algunos de los primeros ejemplos de la transformación de los ataques terroristas. En los últimos tiempos los métodos se han simplificado y, a su vez, vuelto cada vez más impredecibles.
“Cuando un método es exitoso, veremos como se reproduce y copia”, analiza Gray. Como ejemplo, los dos ataques con camiones en Niza y Berlín separados por menos de seis meses en 2016.
Para David Schanzer, profesor de la Universidad de Duke y director del Triangle Center sobre terrorismo y seguridad nacional, el “giro hacia objetivos blandos es realmente un signo de debilidad de las organizaciones terroristas”.
Gray aporta un dato más: con estos ataques, en los que además se sobreentiende que el atacante va a morir, “no es necesario proveer fondos, ni entrenamiento, ni asistencia técnica”.
No sólo eso. “También expone la cobardía y la inmoralidad de los terroristas, en el largo plazo, va a ir en su contra, a medida que las sociedades y los gobiernos respondan de forma apropiada”, pronostica Schanzer.
En su opinión, cualquier grupo preferiría atentados “espectaculares y a gran escala” en grandes centros de poder o edificios significativos como bases militares, sedes de gobierno o aeropuertos. Pero la mejora de la seguridad y los servicios de inteligencia han obligado a los terroristas a desistir de sus preferencias y cambiar de estrategia, ya que “saben que sus opciones de éxito son muy bajas” contra esos objetivos.
Al final, tal y como afirma Gray, el propósito es “crear terror al matar o herir a la máxima gente posible”. Apostar por lugares comunes tiene, por tanto, cierta lógica, si se tiene en cuenta la necesidad de asegurar una buena probabilidad de éxito.
No sólo eso: tal y como cuenta Schanzer, su “atractivo por el miedo que induce en la población civil” es también un factor a tener en cuenta. Según el experto, la táctica de momento “funciona”, ya que consiguen atención y atemorizar” a la población.
“La idea de perturbar civiles dondequiera que vayan en su vida diaria —centros comerciales, estadios, clubes, etc.— refuerza su principal propósito”, remata Greenberg.
Precisamente su imprevisibilidad hace que atajar el problema sea una tarea difícil. Si bien se ha mejorado la seguridad en muchos lugares, los grupos terroristas tienen múltiples objetivos posibles. La mejor fórmula, según los analistas, es trabajar en las comunidades a nivel local. Al fin y al cabo, son las personas más cercanas las que pueden detectar si un individuo se está radicalizando y tiende a la violencia. Actuar en etapa temprana, antes de que la persona haya entrado en fase de ataque, es fundamental.
El Universal