OAXACA: Salir del subdesarrollo

Elección municipal por Sistemas Normativos Internos. Especial

Se puede afirmar categóricamente, que en Oaxaca, seguir el mismo modelo de orden social, económico, ideológico y político vigente e impuesto desde hace doscientos años, no nos permitirá superar nuestra condición de pobreza, marginación, dependencia, colonialidad y exclusión de la gran mayoría de su gente. Gobiernos vendrán y pasarán, los habrá eficientes, corruptos, bienintencionados, banda de ladrones, caritativos, hijos de Dios e hijos del demonio, sin embargo, las cosas seguirán igual o empeorarán si no cambiamos de modelo.

Para la gran mayoría de los oaxaqueños, sólo la muerte es el dulce bálsamo que aliviará para siempre los amargos dolores que causa la necesidad de la vida, la única esperanza es la posibilidad de que más allá de la vida exista el buen vivir que se merecen como seres humanos, de aquí que los oaxaqueños seamos muy religiosos.

Este buen vivir se puede expresar como un triángulo en cuya base estaría la satisfacción de las necesidades básicas como el aire limpio, alimentos suficientes, bebidas nutrientes, sueño placentero, calor agradable, ejercicio básico. En el segundo piso del triángulo estarían la seguridad de la vida y de los bienes, estabilidad social y económica, salud suficiente, habitación confortable, dinero suficiente, empleo remunerativo.

En el tercer piso tendríamos, aceptación social, amistades duraderas, intimidad respetada, relaciones consensuadas. En el cuarto nivel tendríamos, logros de vida, reconocimiento social, respeto ganado, competencia para la vida. En el quinto nivel se tendría, saberes suficientes, comprensión sobre la realidad. En el sexto nivel se tendría, un buen orden social, belleza expresiva de la vida social, simetría del hábitat del hombre.

En un séptimo nivel tendríamos la realización humana, tanto en lo personal como en lo colectivo, y por último, en la cima de la pirámide estaría la comunalidad, la ayuda mutua, conectar con la naturaleza, conectarse con el más allá del yo individual ( Maslow, Abraham. El libro de la psicología. Edit. Altea. México, 2012).

La manera de alcanzar la comunalidad así descrita es abandonar, suprimir de una vez por todas, las rígidas y estructuradas normas económicas, sociales, culturales y políticas vigentes por otras que surjan de las profundidades del ser oaxaqueño, que por lo demás tiene un potencial extraordinario, de una dinamicidad constante, cuya diversidad empuja y construye, así como de una experiencia humana única y singular.

Huir de categoría y prácticas sociales, económicas y políticas tan hechas, tan definidas que limitan el ser oaxaqueño. El entorno de Oaxaca es tan vivo y en constante transformación que es un crimen aprisionarlo en un régimen caduco y maloliente por su podredumbre y corrupción. El vivir de Oaxaca es un proceso continuo de la experiencia. Los momentos de Oaxaca, constante continuidad y discontinuidad que al final del día ya es un cambio cualitativo, no es una identidad fija sino una identidad fluida cambiante y abierta, sus posibilidades son ilimitadas.

Encajonar a Oaxaca y a sus pueblos y comunidades, así como a sus ciudades, en categorías y en estructuras que no le son afines, es simplemente pecar de ignorancia o de mala fe. A sabiendas de que no se podrán resolver nuestros grandes problemas con las herramientas a la vista que expresan nuestras leyes y prácticas, es también un gran crimen que se está cometiendo con alevosía y ventaja. Plantear un puerto de llegada a partir de este modelo de desarrollo es también un gran engaño y falsedad.

Los gobernantes de Oaxaca han planteado un modelo preconcebido de acuerdo a sus experiencias, concebido de tal manera, han introducido la realidad oaxaqueña en ese modelo, sin haber hecho el ejercicio de profundizarse en la realidad y a partir de ello construir un puerto de llegada, tal como lo hemos planteado, sin descuidar la actitud de mantenerse siempre abiertos a la dinámica de la realidad.

En la actual realidad de Oaxaca, con el modelo impuesto, nos han reducido los límites de nuestro mundo oaxaqueño, lleno de patologías que nos conducen hacia a la autodegradación e incluso a la autocomplacencia, la realidad es que nos sentimos con este modelo impuesto, atrapados, ultrajados y atascados. Oaxaca es así, decía Gabino Cué Monteagudo.

Nuestras experiencias de vida, casi todas comunitarias, deben ser punto de partida para construir y reconstruir nuestra identidad, en lugar de hacerla encajar en una noción preconcebida. Si nos aferramos, gobierno y sociedad, a nuestras ideas sobre cómo debieran ser las cosas desde experiencias ajenas a nosotros, es posible pensar que nuestras necesidades reales no encajan con lo disponible, esto es, ni duda cabe, una verdadera tragedia.

Por el contrario, desde nuestra experiencia, desde las profundidades de nuestra historia asoma con vigor, con garbo, con colorido, la comunalidad como destino. Claro está, adoptar esta idea, esta práctica, no es para pusilánimes, es para mentes abiertas, es para aquellos gobernantes que piensan que los oaxaqueños deben y pueden ser dueños de su vida, que se puede confiar en ellos, que son capaces de tomar decisiones acertadas, saber con claridad la dirección que desean tomar por su autenticidad y optar con sabiduría la vinculación más adecuada entre su ser y sus necesidades.

Sencillamente esto implica regresar el poder político y administrativo a manos de las comunidades, de esta manera se estaría cumpliendo con un viejo anhelo democrático: la redistribución del poder en todo nuestro territorio y en manos de los ciudadanos comunitarios.

Cipriano Flores Cruz