Por Moisés Molina
A nada estamos de haber -¿conmemorado?¿celebrado?¿festejado?- EL DÍA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
Como otros tantos, tema paradigmático, que es al mismo tiempo oxígeno y monóxido de carbono.
Cuando escuchamos “libertad de expresión”, inmediatamente viene a nuestra mente el periodista que, como en Cholula, tiene tantas conceptualizaciones, como días tiene el año.
Pero el periodista –sea lo que fuere- no tiene el monopolio de la libre expresión. Dueño de esa libertad es todo aquel o aquella que tiene algo que expresar, en las páginas de un diario, una revista, un periódico, un libro, un blog, un portal, una página electrónica, un muro de facebook, una “fan page”, una cuenta de Twitter, un panfleto, un volante, una hoja de cuaderno vuelta “avioncito”; detrás de un micrófono o una pantalla luminiscente; un canal de youtube, periscope; a través de una lente o por medio de una viñeta o caricatura.
La libertad de expresión la ejerce quien, sobre la mesa a la hora de comer, levanta la voz o desliza un comentario sobre el cual pueden o no estar todos de acuerdo o en un aula refuerza o contradice la opinión del que da cátedra.
Libertad de expresión es tomar las plazas públicas o los teatros; las tribunas en los congresos, los concursos de oratoria o la calle. Es subirse a un camión y decirle al pasajero algo (lo que sea).
En estas tres palabras: “lo que sea”, está el Santo Grial de la Libertad de Expresión, que se ensaya también desde el púlpito y tan grande es su generosidad que permite que un cura induzca encubierta o descaradamente el voto a favor de tal o cual candidato o candidata.
Ejerce libertad quien va a una campaña política, con una plataforma electoral y con propuestas de campaña, desde el que dijo que “HAY QUE DEVOLVERLE EL PRESTIGIO A LA POLÍTICA”, hasta el que soltó “SÍ ROBÉ, PERO POQUITO”.
Siendo una conmemoración nacional, dicen que sus orígenes se remontan a Juárez y obviamente, desapareció durante el Porfiriato. Lo cierto es que la libertad de expresión va y viene.
En lo personal no sé si quedarme oficiosamente con Belisario o con Ricardo Cipriano.
Independientemente de la cuna, me entrego al segundo. Y de cuando en cuando, me acuerdo también de Luis Manuel Rojas.
La libertad de expresión es de todos y para todos, si no ¿dónde quedas tú que no eres periodista?
Alguna vez Pau Ríos, con mucha corrección eso sí, me lanzó una indirecta muy directa, que ya es lugar común: soy un político metido a periodista. Palabras más, palabras menos esa era la idea y no la contradije ni la contradigo. Tiene razón, pero alejado de mi calidad de escribiente o ciudadano con libertad de opinar, me atrapó una interrogante: ¿Qué es un político entonces? Y a riesgo de océano de criticas todo ciudadano es un político, incluso quienes aún no son ciudadanos, pero expresan ideas en torno a la cosa pública.
Desde ahí le guardo una infinita gratitud a Pau, porque de no haber sucedido así las cosas, más de uno o una quedaríamos como una especie de “eslabón perdido”.
Hace unos días, la consigna era unánime: “Nada qué festejar”.
Por cada nota o expresión liberada, reconociendo en la fecha una “celebración”, doscientas se alzaban exigiendo justicia.
¿No podíamos esperar al “Día de la libertad de prensa?” NO. Sea el día que sea, en México no nos pueden seguir matando periodistas con motivo de sus libres expresiones. En ellos se acentúan, más que en ninguna otra persona que se expresa libremente, esa necesidad, esa compulsión de informar, de comunicar la verdad (su verdad), de expresarse, que es VOCACIÓN… QUE ES MINISTERIO.
Independientemente de autores materiales e intelectuales de los homicidios, no están matando únicamente un ser humano, están privando de la vida, de a pocos, la verdad y la libertad.
En casa, en el mercado, en el despacho, en la televisión, en las paredes, en los cafés, en los consejos generales de los OPLES o en el seno de los mismísimos partidos políticos, la libertad de expresión vive. Y se tiene el derecho a disentir. No voy repetir aquí lo que escribió Voltaire.
Pero como todo en la vida, la libre expresión tiene una dualidad, su némesis; cuando la libertad de expresión se ejerce para pretender entrampar, calumniar, injuriar, etc, etc, en Oaxaca sí tenemos una legislación de avanzada de cuyos códigos penales fue borrado, hasta lo que era el delito de adulterio, de por sí – cuando existía- dificilísimo de acreditar.
Ya nadie puede sancionarse corporalmente, ni de ninguna otra forma, por la mera expresión de ideas, porque esos delitos desaparecieron, ya no existen.
De modo tal que, en honor a la siempre imperfecta imparcialidad, tenemos que reconocer que –mexicanos al fin- se multiplicaron exponencialmente los DELINCUENTES A PLUMA ARMADA.
Espíritus torcidos que le pusieron precio a la verdad la hicieron, criminalmente más relativa, propiciando desencuentros, entre ciudadanos que no son periodistas y delinquen impunemente, enarbolando el estandarte de la libre expresión y ciudadanos que sí son profesionales de los medios y no negocian ni mercantilizan su verdad. Sin olvidarnos de los ciudadanos que no son periodistas y no ponen signos de pesos, donde debías haber acentos, diéresis, comas, puntos y comas y todo aquello que sacraliza la gramática.
Concluyo, porque si no, no me sigues leyendo. ¿Cuándo se encuentran y coinciden en el tiempo dos verdades opuestas, qué hacer? Mientras voy a “tirar el miedo”, piénselo.
La libre expresión vive de la necesidad de saber, de conocer caminos, de un público ávido de información. Dónde hay demanda hay oferta. Y esa necesidad y espíritu crítico están rezagadas en nuestro estado.
Por eso vivimos en una época de confusión donde cada quien escucha o lee lo que quiere leer o escuchar y el terreno se vuelve fértil para la intolerancia, el amarillismo y sensacionalismo.
Hay quienes creen que la libertad de expresión es patente de corso para hablar por hablar o escribir por escribir. Y REALMENTE ES ASÍ.
Nuestra Garantía constitucional de libre expresión necesita acompañantes:
• Responsabilidad
• Calidad moral
• Ética
• Respeto
• Veracidad
• Argumentación
• Vocación
• Tolerancia
• Información
• Transparencia
• Estudio permanente
• Formación continua
• Esmero
• Acuciosidad
• Sacrificio
• Valor; y
• Una sana cercanía con la política, que no es lo mismo que un amasiato con el poder político, con el poder fáctico, ni un obcecado y obsesivo fabricar falacias para imponer, incluso violentamente nuestro odio fundado o infundado contra los gobiernos, los partidos ni sus enemigos.
• No crea que me olvido de la imparcialidad, pero para mí, la imparcialidad no existe. Debatible.
El tema es inacabable. Pero aquí queda mi aportación.
Así que tú, infórmate y quédate con la verdad que te convenza. Lee, escucha e investiga.
Construye ciudadanía.
“Haz Patria, mata la desinformación”.
Que la verdad nos haga libres o lo que es lo mismo: que la verdad siga sin pecar, pero también, incomodando… cuando sea necesario. Para que no te digan “chairo”.
@MoisesMolina