Asunción Nochixtlán, Oax. Juana Antonio, la mujer que organizó el rescate y la huida de una treintena de niños, toma la palabra, a solicitud de Luis Raúl González Pérez, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
“Ustedes vieron que los niños salieron corriendo porque todavía tienen miedo. Pero esta vez voy a comenzar al revés, dice. Y no habla, como muchos esperarían, del 19 de junio de hace un año, cuando policías federales llegaron hasta aquí y lanzaron gases lacrimógenos contra las viviendas de lámina de la colonia 20 de Noviembre.
A un año de que tuvo que salvar a sus hijos y los de sus vecinos de la incursión policiaca –mientras allá abajo, en la carretera, agentes federales y estatales se daban gusto echando bala–, la señora Antonio prefiere hablar de las carencias. La colonia no tiene agua ni luz y ni siquiera la pequeña promesa de unos camiones de grava para no tener que caminar entre el lodo ha sido cumplida.
Ya que vienen tres esferas, como ustedes dijeron, nos basta con que cumpla una. Las tres esferas son la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (Ddhpo) –con Arturo Peimbert–, la CNDH y la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU DH).
Los representantes de estos tres organismos han venido a Nochixtlán dos días antes del primer aniversario de la masacre, como le llaman aquí, y tras una reunión con los discursos de rigor recorren la zona donde un exitoso desalojo culminó, por razones no esclarecidas, en una desigual batalla campal entre 800 elementos de las fuerzas del orden y centenares de pobladores que resistieron con lo que tenían a la mano.
Tal vez la señora Antonio no lo sabe, pero las tres esferas le dan la razón en un comunicado conjunto en el que, además de reiterar la solicitud de una investigación exhaustiva y garantías de no repetición, explican: Los hechos del 19 de junio de 2016 deben ser interpretados en el contexto histórico y social del estado de Oaxaca. El rezago en el goce igualitario de los derechos humanos, en particular los derechos económicos, sociales y culturales, históricamente ha generado un clamor de justicia social que no ha sido debidamente atendido. Las causas estructurales que propician situaciones que pueden tornarse violentas deben ser abordadas de forma efectiva.
El papel protagónico lo lleva el presidente de la CNDH. Mientras él recorre la colonia, mientras le repiten las denuncias de los abusos de hace un año, camina a distancia Jan Jarab, representante en México de la ONU DH. El funcionario internacional, de nacionalidad checa, pela tremendos ojotes a cada paso. Este lugar le recuerda, dirá en algún momento, los campamentos de gitanos de su país natal, lugares de excluidos, de marginados, de perseguidos por la policía a cada rato.
Somos los sobrevivientes
Antes del recorrido, los funcionarios de derechos humanos se reúnen en un salón con pobladores de Nochixtlán.
El primero al habla es el profesor Santiago Ambrosio, presidente del Comité de Víctimas. El 5 de marzo pasado sufrió un atentado. Dispararon seis tiros contra el vehículo en que viajaba y resultó con una herida en una pierna. No es el único. Este día, el presidente de la CNDH escucha varios testimonios de víctimas que han sido amenazadas, perseguidas, acosadas.
Santiago es muy ceremonioso cuando se dirige a quienes ocupan las primeras filas: Con la venia de los niños y niñas desplazados de la colonia 20 de Noviembre.
Sigue: Con la venia de los compañeros caídos en la lucha, y nombra a los ocho asesinados el 19 de junio de 2016: Jesús Cadena Sánchez, Óscar Luna Aguilar, Yalid Jiménez Santiago, Omar González Santiago, Anselmo Cruz Aquino, Óscar Nicolás Santiago, Silvano Sosa Chávez y Azarel Galán Mendoza.
Somos los sobrevivientes de la masacre, continúa el maestro, frente a varias decenas de los más de 150 heridos. Enseguida cita el testimonio de una de las mujeres que atestiguaron el intento de desalojo del bloqueo que mantenían los profesores de la sección 22 con el apoyo de vecinos de Nochixtlán y otros municipios de la Mixteca:
“Desde el puente vi a un señor que traían en brazos por una herida de bala en su pie. Mientras observaba, oía los insultos de los federales que hacían eco en todas partes: ‘¡Comechapulines, viejas molineras del metate no salen, oaxacos apestosos, huarachudos, chancludas, fodongas!’ ¿Acaso no somos hijos del pueblo. Si tenemos el mismo origen, ¿por qué el gobierno nos pone a pelear con nuestra misma gente?”
A un año de la acción policiaca, nada se sabe de la investigación a cargo de la Procuraduría General de la República, aunque, eso sí, la Policía Federal ha anunciado la próxima publicación de un protocolo para el uso de la fuerza. Lo sabe el maestro Santiago, quien concluye su intervención con esta frase: La justicia tardía no es justicia.
En sus discursos, los funcionarios de derechos humanos expresan su solidaridad con las víctimas, hablan de la urgencia de encontrar justicia y verdad, de la necesidad de conocer qué sucedió ese día con claridad, de cadenas de mando y responsabilidades que no deben quedar impunes.
¡Nombres!, grita alguien en el auditorio.
Cualquier uso de fuerza por parte de las autoridades que cause heridos o muertos debe ser investigado de manera exhaustiva, diligente e imparcial para deslindar las responsabilidades administrativas y penales a que hubiera lugar, incluyendo la responsabilidad de los mandos superiores que participaron directamente en los hechos, se lee en el comunicado conjunto de los tres organismos presentes.
El discurso más breve, aunque quizá el más conmovedor, es de Sergio Miguel Luna, padre de Óscar, uno de los asesinados el 19 de junio. En unas cuantas palabras reclama que no sólo le mataron a un hijo, sino que su otro vástago y él mismo han sido amenazados de muerte. Asegura que han presentado denuncias ante la Fiscalía de Oaxaca con el mismo resultado que las investigaciones de la masacre de Nochixtlán: nada.
Habrá justicia y no impunidad, afirma el titular de la CNDH, quien, a las afueras del salón, dirá que se prepara el informe del caso, aunque no da fecha de su presentación.
Tras abandonar la colonia precarista, el presidente de la CNDH y sus comitiva son acompañados por pobladores en un recorrido por el tramo carretero que ardió en llamas hace un año. Siguen ahí los esqueletos de varios camiones pesados que ardieron ese día y, al lado del panteón municipal, se levanta una carpa frente al monumento a los caídos –dos veces destruido por desconocidos– que será inaugurado este domingo.
A cada paso, los miembros del Comité de Víctimas señalan el lugar donde cayeron los asesinados, los lugares desde los cuales dispararon, explican por enésima vez cómo sucedieron los hechos. El titular de la CNDH dice que no ha terminado de ver los miles de fotografías y videos, pero que estar aquí le da una perspectiva distinta de los hechos.
En sus últimos minutos en Nochixtlán, una mujer se le acerca para contarle las amenazas que ha recibido, de muerte, muy fuertes. El ombudsman le pide que dé su testimonio a un visitador. El 19 de junio de 2016 no ha terminado.
La Jornada