¿A qué aspira un Gobierno esquizofrénico que un día condena la violencia contra la prensa y el otro espía a periodistas?
En la campaña electoral para el Estado de México, Alfredo del Mazo, el candidato del PRI, publicó un desafortunado spot. Con audífonos sobre los oídos y oculto en una cámara de Gesell, espiaba a los ciudadanos para saber qué opinaban de él y su partido. Hoy sabemos que aquello no solo era un terrible error de marketing del PRI. Peor aún: no era ficción.
México se ha convertido en sinónimo de violencia contra la prensa. Pero el cuerpo de un reportero asesinado en un charco de sangre no es la única forma de ilustrar el peligro que corren en este país los periodistas. Esta mañana un grupo de informadores y defensores de derechos humanos ha denunciado una operación sistemática de vigilancia orquestada por la Administración de Enrique Peña Nieto. ¿A qué tipo de democracia aspira un Gobierno esquizofrénico que un día condena la violencia contra los comunicadores y el otro los espía para saber sus secretos?
La investigación, adelantada por The New York Times e integrada en el informe Gobierno espía de la Red en Defensa de los Derechos Digitales, documenta 88 casos en los que se intentó infectar móviles con malware. Es ingenuo pensar que solo los periodistas críticos son objeto de espionaje. Lo demuestra que el hijo de la propia Carmen Aristegui, un menor de edad, haya sido también objeto de los intentos de infección de este software para robar información personal. Esto puede ser solamente la punta del iceberg. La escuela de espionaje político creada por el PRI en los años 50 y perfeccionada por este mismo régimen la década de los 70 funciona bajo un solo principio: no existe información que sobre.
Esa tradición de juego sucio ha hecho del secretario de Gobernación, quien controla los aparatos de inteligencia, un candidato natural en el relevo presidencial. La información a la que tiene acceso el ministro del Interior lo hace un candidato sólido en una campaña. Es el caso de Miguel Ángel Osorio Chong, quien es considerado uno de los hombres fuertes del PRI rumbo a las presidenciales del próximo año. Hoy el secretario y el Gobierno mexicano deben aclarar, explicar y convencer a la opinión pública del papel que tuvieron o no en este escándalo.
En 2006, La vida de los otros mostró cómo la Stasi, la policía secreta de Alemania oriental, espiaba a los ciudadanos en busca de ilícitos o traición al comunismo. Los secretos de los ciudadanos tienen valor para los gobernantes. Lo que se ha dado a conocer esta mañana en México no es producto de ninguna ficción y tendría que ser inadmisible en una democracia plena del siglo XXI. Una democracia que no puede existir sin una prensa libre que exija al poder, a cualquier clase de poder, que rinda cuentas.
LUIS PABLO BEAUREGARD/El Paìs