Ciudad de México.- El famoso dedazo presidencial que tiene la marca indeleble del PRI está de regreso y ya ha ocasionado una expresión de inconformidad de un buen número de priistas que amenaza con convertirse en una división interna entre tecnócratas y políticos tradicionales de alcances tan profundos como la de 1988.
Apenas pasaron las elecciones en Nayarit, Coahuila y el Estado de México y el PRI sufre nuevamente los embates de una crisis que habrá de afrontar en agosto entrante cuando se realice la XII Asamblea Nacional de la cual se espera salgan las bases para elegir al candidato presidencial.
El presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, pensó que con el triunfo en el Estado de México tendría suficiente aire para llegar con fuerza a la Asamblea Nacional. Pero no fue así.
Hace apenas unos días la Procuraduría General de la República (PGR) anunció que el PRI habría recibido de manera ilegal 10 mil millones de pesos del exgobernador de Chihuahua, César Duarte, en un mecanismo similar del que se acusó a Delfina Gómez, de haber quitado el 10% del salario de los funcionarios del gobierno municipal para entregárselos a su partido.
El escándalo no es menor en el contexto de un gobierno en declive como es el de Enrique Peña Nieto cuya velocidad de caída se acrecienta conforme aumenta el peso de los escándalos de corrupción y de abuso de poder como es el caso ahora del espionaje a periodistas, defensores de derechos humanos y activistas.
La debilidad de Peña Nieto al interior del PRI se expresa con manifestaciones de inconformidad como la ocurrida el pasado 16 de junio cuando un grupo de 89 militantes reconocidos se rebelaron ante la posibilidad de que se quiera replicar el famoso “dedazo presidencial” para favorecer a uno de sus amigos con la candidatura presidencial hacia las elecciones del 2018.
Este grupo y otros más dentro del PRI que no son parte del círculo cercano de Peña Nieto, han exigido reglas claras para la selección del candidato presidencial y que sea elegido por una consulta a las bases.
Sostienen que no debe cambiar la regla de los estatutos para los casos de selección de presidente de la república, gobernador y jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la cual señala que “se requerirá acreditar la calidad de cuadro, con diez años de militancia partidaria”.
Esto porque el “dedazo presidencial” podría apuntar hacia un allegado de Peña Nieto que no necesariamente cumpla este requisito básico para ser candidato presidencial como los casos de José Antonio Meade o Aurelio Nuño.
Es por eso que se entiende el reclamo y la exigencia que hicieron los 89 priistas que se reunieron el viernes 16 de que se definan reglas claras para la selección del candidato presidencial, que sea conforme a los estatutos y con una consulta a las bases.
Otros priistas como el actual presidente de la Fundación Colosio, José Murat, también demandaron a Ochoa Reza definir el método de selección del candidato presidencial. “Es necesario profundizar y analizar la problemática de México y que la Asamblea llegue a las conclusiones que quiere la militancia”, dijo Murat al tomar posesión.
Las voces disidentes de la actual dirigencia plantearon que la Asamblea sea democrática y que se escuchen todas las voces porque existen riesgos de ruptura y que muchos militantes se vayan hacia el partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena.
Según la estimación que se tiene es que el PRI ha perdido cerca de cinco millones de votos por los escándalos de corrupción de personajes importantes del partido como el presidente Peña Nieto.
Con el tiempo en contra, la permanencia de Enrique Ochoa Reza al frente del PRI está en su fase final y los brotes de rebeldía a la intención de Peña Nieto de aplicar el “dedazo” podrían ocasionar división en el partido y el inicio de un final desastroso para el 2018.
Proceso