Por Cipriano Flores Cruz
Como cualquier creación humana, el gobierno puede ser exitoso al lograr el respaldo de sus ciudadanos u obtener el repudio de los mismos al no tener éxito en su encomienda. Cuando el gobierno obtiene el respaldo, estamos ante un gobierno estable, cuando es lo contrario, se está ante un gobierno inestable. Entendemos por gobierno la acción conjunta de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, municipal y los órganos autónomos, al contrario de algunos tratadistas que entienden por gobierno sólo a la acción del poder Ejecutivo.
La inestabilidad del gobierno se puede expresar en niveles, así tenemos déficit de gobierno cuando algunas de sus áreas no funcionan, por ejemplo, cuando el legislativo no cumple con sus obligaciones, o el área de seguridad deja que desear, o en su caso, el poder Judicial tiene niveles de corrupción no tolerables. Por el contrario, se puede hablar de crisis de gobierno cuando todas las áreas del mismo se muestran impotentes para cumplir con sus obligaciones. Por último, un gobierno está en situación revolucionaria cuando el conjunto de sus instituciones no tienen más que una salida: su caída por las fuerzas de la sociedad.
Si estamos de acuerdo con este esquema analítico, se puede sostener que el gobierno oaxaqueño, de ninguna manera, goza de estabilidad, luego entonces, es un gobierno inestable. Su grado de inestabilidad, de ninguna manera es revolucionaria, nadie en su sano juicio está demandando, por la vía violenta, la caída del gobierno en funciones, ni siquiera una de sus partes, como es el caso del poder Ejecutivo. Tampoco está en situación de crisis, es decir, no existe un desorden generalizado del conjunto del gobierno, a tientas, muy forzado, con aciertos y errores pero el gobierno está caminando, luego entonces, si no está en situación revolucionaria, no está en crisis, por tanto, está en déficit de gobierno.
Queremos decir que algunas áreas del gobierno no están funcionando como es debido, no están cumpliendo con sus funciones, no están teniendo éxito en sus acciones. En primer lugar, es evidente que los municipios están siendo rebasados por la demanda, los productos municipales no son suficientes para contener la conflictividad de las comunidades y de su población, sus crisis financieras, agudizadas durante el gobierno de la Alianza, no tiene visos de solución. Se necesita una profunda reforma municipal para que esta instancia gubernamental sea robusta y eficiente, desde luego, se necesita inyectarle mucho más presupuesto y organizarlo en niveles regionales para optimizar recursos, tarea que lo puede realizar la actual administración.
El poder Legislativo no puede desembarazarse de la dinámica en que la dejó el gobierno de la Alianza con Gabino Cué Monteagudo a la cabeza, con un presupuesto reducido, la lógica de la corrupción, el desorden político-administrativo, la improductividad, “la grilla interior”, corroe todo su funcionamiento. No se ven visos que esta legislatura realice una profunda reforma, que la necesita. Los actuales diputados viven en la contingencia, reclaman constantemente apoyos adicionales que, desde luego, no puede llegar por el déficit financiero del gobierno.
De los órganos autónomos poco se puede hablar de autonomía, de transparencia, de rendición de cuentas, de eficacia en la realización de sus objetivos, su partidización en el gobierno anterior fue grosera y sin miramientos, estos organismos fueron amputados, tergiversados, corrompidos, maniatados, inservibles para el cumplimiento de sus objetivos. Alejandro Murat no ha tomado cartas en el asunto sobre estos organismos, sólo lo ha hecho sobre la Fiscalía nombrando a un abogado de prestigio y bien preparado.
Sobre el conjunto del gabinete ampliado del poder Ejecutivo, es evidente que su titular tiene el pecado original de no conocer Oaxaca, depende de sí mismo que pronto esté imbuido del modo de ser del oaxaqueño, en caso contrario, su gestión estará envuelta de contradicciones; asimismo, su falta de vinculación con líderes municipales, regionales y estatales lo obligó a traer un equipo de trabajo de fuera del Estado, que también necesitan adentrarse en el espíritu del ser oaxaqueño para dar buenos resultados, además de sufrir las recomendaciones e imposiciones del papá que poco han ayudado para la estabilidad del Estado.
Como se puede concluir, el problema de fondo del Estado y del gobierno actual de Oaxaca radica en el tremendo hoyo que le hizo al Estado y sociedad oaxaqueña el gobierno de la Alianza encabezada por Gabino Cué Monteagudo, hundió, corrompió, debilitó al Estado, lo sometió a las órdenes de fuerzas extraestatales, hizo conducir el gobierno con supuestos líderes sociales que ocuparon secretarías, organismos descentralizados y autónomos, que los convirtieron en patrimonio particular ante la mirada atónita de los ciudadanos, además esta situación originó un enorme hoyo financiero del gobierno de la Alianza, que según fuentes oficiales es de 50 mil millones de pesos cuya distribución es de la siguiente manera: 22 mil millones déficit del IEEPO, 12 mil millones déficit en salud, 7 mil millones déficit en SINFRA y una deuda de 14 mil millones.
El déficit de gobierno que se debe a la administración anterior llevará buen tiempo para poder superarlo, es responsabilidad del gobernador enderezar la nave del gobierno y conducirlo a buen puerto, para ello necesitará de las mejores virtudes de gobernante.