Por Cipriano Flores Cruz
La alegría reflejada en su rostro, denotaba el gusto de conocer y reconocer la fuerza de la identidad del pueblo oaxaqueño, la profundidad de su naturaleza, la intensidad de sus valores comunitarios, el encanto de sus tradiciones y costumbres, las razones de sus diversos idiomas, la plenitud de sus aspiraciones, sueños y esperanzas. Él, gobernador de un suelo en que no nació, en que no abrevó, no se nutrió, no se creó en los términos de los abuelos, no formarse, no realizarse, sin embargo, su rostro denotaba intención, deseo, complacencia, querer ser, integrarse.
El convite, el fandango de las delegaciones de los pueblos y regiones hechizaban al gobernante, lo tentaban, lo invitaban, lo convencían, lo embriagaban, después de todo era el mensaje político de los pueblos y comunidades indígenas oaxaqueños hacia el gobernante, no gobernar detrás, al margen o en contra de los pueblos, el gobierno debería estar imbuido de los valores de la Comunalidad, había reconocido uno de sus elementos por su invitación al tequio para la ciudad de Oaxaca.
El mensaje se transmitía a través de los bellos rostros de las mujeres, por los bailes rítmicos y la fortaleza de las piernas de sus hombres, por la diversidad de los ritmos de las bandas y chirimías, por el esplendor de las vestimentas, por la sabiduría de sus idiomas, pero sobre todo, a través de su mensaje espiritual, llena de historias, de saberes, de experiencias de vida. La demanda dejaba claro el mensaje, los pueblos indios de Oaxaca son comunidades de destino, traen el proyecto más idóneo para el destino de la humanidad si se quiere, basado en un principio creado y olvidado después por la sociedad moderna: la fraternidad.
La comunidad es la gran morada de los pueblos indios de Oaxaca. Morada como expresión de familia, de asociación por lo común, como olvido de todo florecimiento del egoísmo, de contenedor de las pasiones, del sometimiento del amor a sí mismo por el amor para el otro. Las sociedades asiáticas nos recuerdan el valor de la cooperación, el esplendor de Babilonia y Egipto nos lo recuerdan, pero la mejor evidencia lo tenemos en las grandes obras del valle de México realizada por los Aztecas, las obras de los Mayas, por los Toltecas, sobre todo por los Mixtecos y Zapotecas, Monte Albán y Mitla es prueba de ello. Monte Albán significó mil años de esplendor cultural.
Desde luego, las obras de las comunidades, sus formas de cooperación y fraternidad, ayudan a su existencia, a su persistencia, los abuelos nos recuerdan cuando se vivía y se cultivaba comunidad sin los recursos del gobierno, pero la Asamblea Comunitaria y la autoridad que de ella se deriva, siempre cumplieron para nutrir a la comunidad de sus necesidades económicas, sociales, políticas, culturales, de las relaciones con las demás comunidades y con el gobierno. Autosuficiencia nos daba autonomía, la autonomía, autodeterminación. Basta observar sus obras realizado bajo tequio y vivir con la gozona.
Por eso tiene razón Jaime Martínez Luna, autoridad de Guelatao en este año del 2017, cuando afirma: “Construir Comunidad es una actitud, no es discurso, no es un código a seguir, o un recetario de acciones. Es el hacer, trabajar, colaborar, laborar, respetando las diversas capacidades de los demás. Es ser los demás, es entender que vives una totalidad viva, y en movimiento permanente”. La Comunalidad la vivencia, la comunidad la construcción, la autodeterminación el camino, la autonomía el modo del camino, en esto consiste el proyecto de los pueblos indígenas de Oaxaca.
Esto es lo que los pueblos indígenas le querían nutrir, hacer saber, convencer, al gobernador Murat. La expresión de su rostro era de aceptación, qué tanto, se sabrá en el futuro. Pero de que el gobernador está tocado, está tocado. Sobre todo lo demuestra con mayor énfasis su fiel compañera, su esposa, su labor en la materia es demostrable. En caso de que el proyecto muratista no se imbuya del espíritu de los pueblos y comunidades indígenas oaxaqueños, que su proyecto de modernización olvide la interculturalidad, que termine las supercarreteras a la costa, al istmo, el aeropuerto de Ixtepec, sobre todo siente las bases de la Zona Económica Especial del estrecho de Tehuantepec, será recordado como un buen gobernador pero no habrá obtenido la gloria de haber revolucionado la vida de los oaxaqueños y vivir en la conciencia colectiva del pueblo oaxaqueño.
Tal vez, año con año, los pueblos seguirán insistiendo en su demanda, tal vez gobernadores lleguen y se vayan, con oídos sordos, sin conciencia, con pensamientos obnubilados, sin horizontes, incluso con políticas para integrarnos a la modernidad colonialista, a una nueva servidumbre. Los pueblos y comunidades no estaremos sentados esperando a tan espantoso destino, seguiremos en la lucha, en la organización, en la realización de la nueva esperanza: la Comunalidad.
En las próximas elecciones haremos saber y conocer nuestras aspiraciones, si algún candidato, con calidad moral, con certeza, abraza nuestro proyecto, en las urnas haremos de pagar, de eso, no debe de caber duda alguna.