Pese a pruebas en su contra, Temer escapa a ser enjuiciado

Diputados de oposición brasileños llevaron pancartas con la leyenda: Fuera Temer a la sesión de ayer en que se discutió el envío al Supremo Tribunal Federal de una denuncia de la fiscalía contra el gobernante, medida que finalmente fue rechazada en comisiones y luego en el pleno. Foto: Ap

Río de Janeiro.- Exactamente a las 20:26 horas de este miércoles, Michel Temer, elevado de la condición de vicepresidente a la de presidente a raíz del golpe institucional que destituyó a la mandataria Dilma Rousseff, obtuvo el número suficiente de votos favorables a que se rechace la posibilidad de que el Supremo Tribunal Federal lo enjuicie, con base en pruebas sólidas, por corrupción.

Entre ausentes y abstenciones, el voto del diputado de nombre sonoro y escueto –Aureo– fue el salvador de Temer. El resultado era esperado gracias a las maniobras del grupo del presidente y a las costumbres de la actual legislatura, seguramente la de menor nivel en los últimos 31 años, desde el retorno de la democracia en Brasil.

La acusación del fiscal general de la República, Rodrigo Janot, por corrupción pasiva, vino acompañada de sólidas pruebas. Entre ellas, grabaciones y videos. Grabaciones directamente de la voz de Michel Temer, y videos de su asesor directo recibiendo una valija con 500 mil reales (unos 160 mil dólares), primer pago semanal de un soborno cuyo total permanece entre brumas– hay quien diría que llega nada menos que a mil 500 millones de dólares a lo largo de 20 años, lo que parece muy poco creíble tanto por el monto como por el tiempo– fueron la base para la denuncia.

De acuerdo con la Constitución brasileña, para que se enjuicie a un presidente en ejercicio es necesaria la autorización de la Cámara de Diputados. Eso fue lo que se discutió este miércoles.

El origen de Michel Temer es la Cámara de Diputados, donde siempre llegó con votación escuálida pero obeso talento de negociación, en especial junto a colegas de escasa expresión y a partidos de menguado peso. Junto a su principal aliado, el ex presidente de la cámara baja y actual presidiario Eduardo Cunha, de su mismo partido, supo como pocos actuar en los sótanos del poder. Su receta infalible: lograr financiamiento de campañas electorales y prebendas de tal manera que sus favorecidos se transformasen en deudores. Y ese talento lució como pocas veces antes en la decisión adoptada este miércoles.

El primer paso de Temer se dio cuando la denuncia del fiscal general Janot llegó a la Cámara de Diputados para ser analizada en la comisión de Constitución y Justicia. A través de la sustitución de integrantes considerados de dudosa lealtad, Temer logró derrotar el voto del relator. Bueno, vale recordar que además del cambio de integrantes, los 41 votos favorables a Temer costaron alrededor de 43 millones de dólares en liberación de recursos para proyectos de los diputados aliados.

Cuando el tema fue llevado al pleno, Temer y sus socios se lanzaron a una lucha incesante. Lo importante sería alcanzar una victoria por al menos 270 votos.

La oposición, a su vez, se dio cuenta desde el principio de que, luego de ser derrotada en la comisión de Constitución y Justicia, tener éxito en el pleno de la Cámara de Diputados era una misión casi imposible. Lo importante sería lograr que la victoria de Temer fuera por escaso margen.

Lo que se vio entonces ha sido una verdadera jungla, con la oposición buscando reforzar en la opinión pública el rechazo a Temer –dicho sea de paso, el más impopular y el más rechazado presidente de la historia– y los aliados buscando votos favorables al costo que fuera.

La sesión de ayer, inicialmente prevista para empezar a las dos de la tarde, fue anticipada para las nueve de la mañana. Al principio, la tendencia de la oposición – el PT de Lula y aliados – fue la de retrasar al máximo la votación. La estrategia del gobierno era votar por la mañana, lejos de los noticieros nocturnos de televisión.

Hay un detalle importante: los medios hegemónicos de comunicación, con Tv Globo a la cabeza, suelen conducir la opinión pública. Una votación favorable a un presidente que tiene 5 por ciento de aprobación popular, en horario estelar, condenaría a los diputados defensores de Temer a las críticas más duras de los electores. Si se considera que el año que viene habrá elecciones generales, la situación de los defensores del presidente se volvería delicada.

Esa victoria, al menos, logró la oposición: las prisas y urgencias de la situación fueron neutralizadas. Alrededor de las 21 horas, cuando los noticieros estaban en su auge de audiencia, diputados que defienden a Temer fueron expuestos largamente a los ojos de la noble audiencia.

Conviene destacar que en la inmensa mayoría de los casos, los que votaron a favor de que se rechace la autorización para que la corte suprema investigue a Temer insistieron en que su voto era político y no jurídico. Muchos fueron los que aseguraron: voto por la estabilidad y la permanencia de ese gobierno, y confío en que cuando termine el mandato Temer sea juzgado. O sea, no se trató de considerar al presidente inocente, cosa que nadie en condiciones normales de sanidad se atrevería, sino de asegurar la continuación de las reformas –que la oposición califica de contrareformas– cuyo objetivo principal es agradar al mercado, a los grandes terratenientes, a lo más retrógrado que existe en Brasil.

Michel Temer logró escapar en el mismo día que uno de sus más fieles escuderos, Wellington Moreira Franco, fue condenado a devolver al estado de Río de Janeiro alrededor de 700 mil dólares que desvió para uso personal. El mismo día en que se supo que, además de todos los cortes y ajustes en educación, salud pública y un sinfín de servicios que son obligación del Estado, hasta los recursos para investigaciones tecnológicas y científicas fueron congelados.

Eso, mientras el presidente distribuía miles de millones a los diputados que se dispusiesen a votar por beneficiarlos.

El problema es que hay otras dos denuncias del fiscal general que caerán sobre su cabeza en las próximas semanas.

La pregunta es sencilla, tal como andan las finanzas del Estado, ¿de dónde sacará recursos para seguir comprando votos favorables?

La Jornada