Nueva York (La Jornada).- Triunfos decisivos de demócratas en las contiendas para gobernador de Virginia y Nueva Jersey, junto con otros más en comicios de menor perfil, marcaron la primera ola de repudio electoral contra Donald Trump y los republicanos desde su elección hace justo un año.
Pero aunque algunos analistas declararon que el repudio hacia el presidente está generando pánico en su partido a un año de las elecciones legislativas, otros advierten que los demócratas están lejos de poder cantar victoria, con otros indicadores que sugieren que Trump, a pesar de su alto índice de reprobación, ganaría de nuevo la elección si fuera realizada hoy día.
Virginia estaba en el centro de la atención nacional para ambos partidos, en una contienda entre el republicano Ed Gillespie, apoyado y promovido abiertamente por Trump y quien empleó alguna de la misma retórica antimigrante, racista y de temor que el presidente, y el demócrata Ralph Northam. Poco antes de la elección la contienda parecía muy cerrada con algunos republicanos –entre ellos el estratega ultranacionalista Steve Bannon– saboreando la victoria.
Pero con una movilización generada principalmente por la oposición a Trump, ya que la batalla fue en parte definida como una suerte de referendo sobre el presidente, junto con la participación extraordinaria de inmigrantes, sindicalistas y agrupaciones de derechos civiles, los demócratas triunfaron, y por mucho (nueve puntos). Con ello, proclamaron que esta pugna dejaba claro que está surgiendo una oposición movilizada contra los ocupantes de la Casa Blanca y sus aliados. Un 34 por ciento de los votantes en ese estado dijeron que su motivación era expresar oposición a Trump, según el Washington Post.
No fue sorprendente que inmediatamente después de conocerse la derrota de Gillespie, Trump le volteó la espalda, y en un tuit redactado desde Corea, afirmó: él no me abrazó a mí ni a lo que defiendo. A su vez, Gillespie no mencionó al presidente en su discurso al reconocer la derrota.
En tanto, Northam, luego de su triunfo, dirigió sus comentarios directamente a Trump y sus aliados, y señaló: Virginia nos ha dicho que tenemos que poner fin a estas divisiones, que no condonaremos el odio y la intolerancia que han destrozado a este país.
Agrupaciones de inmigrantes y sus defensores también festejaron la derrota de una campaña republicana que intentó generar mayor hostilidad contra ellos, y que hasta llegó a vincular al candidato demócrata con la banda de los Mara Salvatrucha.
Gustavo Torres, presidente de la organización inmigrante CASA, declaró: transformamos el odio en poder político en la entidad, y festejó: estamos eligiendo a gente que se ve como el nuevo rostro de Virginia.
El otro triunfo demócrata, aunque éste era menos sorprendente, fue en la contienda para la gubernatura de Nueva Jersey. El gobernador republicano saliente, Chris Christie, se sumó a la campaña de Trump en busca de un puesto en el gabinete que nunca obtuvo (se supone que eso fue en parte porque el yerno del presidente Jared Kushner lo frenó, ya que cuando Christie era fiscal fue el encargado del caso en el que su padre acabó en la cárcel). Ahí también hubo un intento de los republicanos de infectar la contienda con mensajes antimigrantes. No funcionó y triunfó el demócrata Philip Murphy, ex ejecutivo de Goldman Sachs, por un amplísimo margen.
Frank Sharry, director ejecutivo de America’s Voice, afirmó que una coalición de blancos y negros tanto en Virginia como Nueva Jersey, entre otros lugares, emitieron el mensaje de que somos más fuertes cuando nuestra comunidad diversa se une contra el racismo y la xenofobia. Los votantes rechazaron el odio, el golpeteo contra migrantes y el racismo en el país, en una derrota para el nativismo de Trump.
Varios medios y analistas concluyeron que estas derrotas republicanas son muy significativas para el futuro inmediato. Probablemente llevarán esa preocupación burbujeante entre republicanos sobre sus perspectivas en las elecciones intermedias de 2018 y la transformarán en un caldero espumeante de pánico, consideró Chris Cilizza, editor y analista de CNN.
Y es que no fueron sólo las gubernaturas en la serie de elecciones estales y locales en diferentes puntos del país que se realizaron el martes y donde los republicanos sufrieron reveses, algunos incluso históricos. En los suburbios de Virginia y otros estados hubo lo que algunos denominaron una insurgencia contra Trump y los republicanos que provocó alarma en el partido en el poder.
Más aún, la diversidad ganó también, con la victoria de las primeras dos latinas en la cámara de delegados del estado, como también quien será la primera legisladora estatal transgénero en el país, Danica Roem (derrotó al legislador más conservador de Virginia), así como la primera legisladora vietnamita-estadunidense y un ex veterano de los marines y miembro de los Socialistas Democráticos de América que derrotó a un líder republicano de la cámara estatal, entre otros.
Los demócratas también ganaron puestos locales en condados de Nueva York y alcaldías en Saint Petersburg, en Florida, y en Manchester, Nuevo Hampshire, así como curules locales en un condado en Pennsylvania que había estado en manos republicanas desde los años 70. En el estado de Washington, los demócratas ganaron la mayoría del senado estatal, con ello establecieron pleno control demócrata de todos los gobiernos estatales de la costa oeste, y dos curules en la cámara baja estatal en Georgia, donde antes ni habían contendido contra la maquinaria republicana. Y un refugiado de Liberia ahora será el próximo alcalde de Helena, Montana.
En esta ciudad, como se esperaba, ganó su relección el demócrata liberal, Bill de Blasio.
Algunos republicanos señalaron que las dimensiones de la derrota, son para que suenen las campanas de alarma. Algunos líderes demócratas ya hablan abiertamente sobre cómo lograrán reconquistar el Senado federal en 2018, después de estos resultados.
Pero, a la vez, tanto las divisiones como la falta de entusiasmo entre bases clave de los demócratas aún no se han superado. Una encuesta del Washington Post divulgada el lunes indica que a pesar de la alta tasa de reprobación del presidente (59 por ciento) a un año de su elección y todos los escándalos, es posible que él ganaría las elecciones contra Hillary Clinton otra vez hoy día. Otras encuestas muestran que la creciente oposición a Trump no se está traduciendo necesariamente en apoyo para los demócratas.
Aún falta un año –una eternidad en tiempos políticos– para la próxima contienda nacional.