Ciudad de México (La Jornada).- Serio contendiente a la Presidencia en 2006 y 2012, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) afronta los comicios de 2018 arrastrando la más importante crisis política y electoral de su historia. A partir de 2012 no sólo ha enfrentado rupturas y la salida de sus grandes liderazgos, sino una consistente y acentuada caída en su presencia electoral prácticamente en todas las elecciones, incluidas en las entidades en que detenta el gobierno.
El saldo electoral es elocuente: a escala federal, los comicios intermedios de 2015, con 11 por ciento de los sufragios totales, se convirtió en el peor resultado obtenido por el PRD, exceptuando 1991, cuando fue su primera aparición. Los comicios estatales sólo han confirmado su caída en el plano nacional: actualmente, en más de la mitad de las entidades el PRD no ha alcanzado más allá de 7 por ciento y al menos en 10 entidades se ubica entre la cuarta y la sexta fuerza electoral a escala local.
Las únicas entidades que han maquillado el retroceso perredista son aquellas en las que han pactado alianzas con el Partido Acción Nacional (Veracruz, Quintana Roo, Nayarit, entre otras) en las que han logrado obtener los triunfos en gubernaturas, pero que en realidad encubren la aportación real del voto del sol azteca a las coaliciones triunfadoras. La política de alianzas electorales y el denominado Pacto por México, que las corrientes que controlan al partido han impulsado, sólo han acentuado las diferencias internas, precipitado las rupturas y las renuncias masivas en el PRD.
El derrotero electoral que ha tenido el PRD, desplazado por Morena como alternativa de izquierda y lo que le ha implicado frenar su presencia política en término de cargos políticos las alianzas con Acción Nacional, explican la urgente necesidad de apostar por el Frente Ciudadano por México, como una alternativa para la sobrevivencia y detener su caída ante el avance de Morena, que ha sido uno de los factores que ha incidido en su debilidad electoral.
A ello se debe añadir la carencia de liderazgos internos: aunque gobiernan la capital desde hace 20 años, en la actualidad, ninguno de los ex jefes de Gobierno de la Ciudad de México que dirigieron la metrópoli bajo las siglas del PRD milita en el partido. El mismo Miguel Ángel Mancera, un externo, representa la única carta del sol azteca en la puja por la candidatura presidencial.
El saldo electoral en 6 años
La radiografía electoral evidencia los nuevos tiempos del sol azteca: casi en 60 por ciento de las entidades ha obtenido en los comicios locales más recientes menos de 8 por ciento de los votos.
Esta situación se ha visto acentuada en Campeche, donde arañó 2 por ciento; Chihuahua, 2.3 por ciento; Colima, 1.87 por ciento; Coahuila, 1.67 por ciento; Querétaro, 2.8 por ciento; Sonora, 3.38 por ciento; Sinaloa, 2.8 por ciento; Nuevo León, 2 por ciento; Yucatán, 2 por ciento y Tamaulipas, 1.21 por ciento de los sufragios.
En medio de cuestionamientos internos a su política de alianzas –que precipitarían la salida de inconformes– la estrategia del PRD para atenuar su grave crisis es su coalición con la derecha. Consumadas las rupturas, la apuesta por el Frente Ciudadano por México parecía avanzar sin objeciones, hasta que la definición de las candidaturas atoraron su concreción.
Amparado en la fuerza panista, la apuesta le ha redituado al perredismo, en apariencia, presencia electoral: Quintana Roo, Veracruz, Nayarit y Durango –en tres de ellos con ex priístas como candidatos– son algunas entidades donde cogobiernan con el Partido Acción Nacional (PAN), pero que en los hechos la presencia perredista también ha retrocedido, incluso en entidades donde el PRD tenía una presencia electoral sólida como Veracruz, donde en la última elección de diputados obtuvieron 6.9 por ciento de votos y Quintana Roo.
El caso nayarita es representativo de la dependencia que ha alcanzado el PRD del PAN: en junio pasado obtuvo la gubernatura en coalición con el PAN, Partido del Trabajo y Partido de la Revolución Socialista, así como 10 de los 20 municipios. Sin embargo, 6 por ciento que aportó sólo le alcanzó para 6 diputados en el Congreso y gobernar la capital del estado.
El PRD ha aprovechado los vericuetos del marco legal que ha revertido, en algunas entidades, el nuevo esquema de coaliciones en el que cada partido capta los votos por separado, aunque vayan en coalición para tener certeza de su fuerza electoral y representatividad. En estados como Durango, donde igualmente con el PAN ganaron la gubernatura, la legislación permite un esquema previo de distribución de votos –como se realizaba anteriormente con los convenios previos de coalición– lo que permitió al PRD, con escasa presencia en esa entidad, obtener escaños en el Congreso y cogobernar la entidad con José Rosas Aispuru.
Los resultados impactan la situación financiera. A escala federal, el PRD recibió entre 2014 y 2015 alrededor de 681 millones de pesos, derivado de su votación en 2012. Para 2016, tras la caía a 11 por ciento, los recursos se redujeron a 456 millones de pesos, casi 30 por ciento menos.